La Voz de Galicia
Navegar es necesario, vivir no es necesario (Pompeyo)
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Doblete de Thomas Mann

mann.jpgLa montaña mágica, de Thomas Mann, es uno de esos libros únicos que siempre habría que colar en las antologías de lo imprescindible que, cada equis años, suelen recopilar las revistas semanales y similares. Esta novela sobrecogedora, que convierte la tuberculosis en pura lírica, arranca con un prólogo que Mann titula, con agudeza, Propósito, y que contiene una frase de esas por las que merece la pena vivir toda una vida sólo para escribirla:

«Queremos contar la historia de Hans Castorp, no por él (pues el lector ya llegará a conocerle como un joven modesto y simpático), sino por amor a su historia, que nos parece, hasta el más alto grado, digna de ser contada (en este sentido, debemos recordar en torno a Hans Castorp que ésa es su historia, y que no todas las historias ocurren a cualquiera). Se remonta a un tiempo muy lejano; ya … Seguir leyendo

La metamorfosis

«Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, econtróse en su cama convertido en un monstruoso insecto. Hallábase echado sobre el duro caparazón de su espalda y, al alzar un poco la cabeza, vio la figura convexa de su vientre oscuro, surcado por curvadas callosidades, cuya prominencia apenas si podía aguantar la colcha, que estaba visiblemente a punto de escurrirse hasta el suelo. Innumerables patas, lamentablemente escuálidas en comparación con el grosor ordinario de sus piernas, ofrecían a sus ojos el espectáculo de una agitación sin consistencia».

Si hay un arranque inquietante en la historia de la literatura universal es, sin duda, este. Así nace La metamorfosis, el relato del indomable Franz Kafka. Sostiene Gabriel García Márquez que, cuando leyó estas páginas en una pensión de no recuerdo qué ciudad, descubrió que el tono de Kafka era más o menos el mismo que empleaba su abuela … Seguir leyendo

Un libro con dos comienzos

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Como explica Julio Cortázar en el Tablero de dirección que abre Rayuela, «a su manera este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros. El primero se deja leer en la forma corriente y termina en el capítulo 56, al pie del cual hay tres vistosas estrellitas que equivalen a la palabra Fin. Por consiguiente, el lector prescindirá sin remordimientos de lo que sigue. El segundo se deja leer empezando por el capítulo 73 y siguiendo luego en el orden que se indica al pie de cada capítulo».

Por tanto, la gran contranovela del brujo Cortázar no tiene uno, sino al menos dos comienzos: el que se sitúa, siguiendo las convenciones del género, en el arranque del volumen y el que se asoma a la página 438 bajo la cifra 73 que numera este capítulo que, en realidad, no es un capítulo, sino un fragmento, como probablemente … Seguir leyendo

Un inicio

«Cuando la niebla de la anestesia se desbarató y al fin abrió los ojos, la luz fluorescente de la unidad de cuidados intensivos le recordó a Miguel Andrade que no sabía quién era».

Esto es el arranque de una «cosa» -llamarla novela sería pretencioso- titulada, a partir del verso de Louis Aragon, La noche de las palabras. Hay 120 páginas más dentro de un cajón. Se admiten, e incluso se agradecen, consejos, críticas, enmiendas, alegaciones, tachaduras y conjeturas sobre este comienzo y sus hipotéticas continuaciones.… Seguir leyendo

El Palacio de la Luna

Paul Auster posee una de esas extrañas virtudes reservadas a los que alcanzan la frontera de lo extraordinario: hacer que lo complejo parezca sencillo. Hay algunos futbolistas, por ejemplo, que son capaces de trazar en medio palmo de hierba un regate aparentemente imposible, pero que ellos dibujan como si nada, sin que les tiemble el flequillo. Aunque haya un millón de horas de trabajo atrincheradas bajo el papel, los grandes hallazgos, al final, parecen algo natural. Porque los elegidos, los que de verdad esgrimen alguna destreza, prefieren ocultar las tramoyas detrás del escenario, para que no se vea demasiado el esqueleto de sudor que hay detrás de cada párrafo.

A la prosa de Auster le sucede algo de eso. La lees y tienes la sensación de que, simplemente, cada palabra y cada coma encajan exactamente en el lugar que les corresponde en el rompecabezas narrativo. Gran conocedor de las artimañas … Seguir leyendo

Peter Pan

 

En una librería de Barcelona que no sé si todavía existe, Documenta, en la calle Cardenal Casañas, encontré hace ya doce años un ejemplar del Peter Pan de James M. Barrie traducido nada menos que por el gran poeta Leopoldo María Panero, escritor obsesionado con la leyenda del escurridizo muchacho. La cosa tiene gracia, porque se supone que es una edición para el público infantil y ya el mismo prólogo de Panero, claro, no es precisamente apto para menores. Hasta tiene unos dibujillos infantiloides para disimular.

Pues bien, el comienzo de la narración de Barrie contiene una de las frases más devastadoras de la historia de la literatura. Nos adentramos aquí en la certera versión de Panero, el último poeta cuerdo en este país que, siguiendo una larga tradición, encierra a sus grandes escritores en los manicomios y a los otros los nombra académicos:

«Todos los niños del mundo, … Seguir leyendo