La Voz de Galicia
Navegar es necesario, vivir no es necesario (Pompeyo)
Seleccionar página

Pippi, cincuenta tacos

e_090503-140421

Los que somos padres vivimos, por medio de nuestros pequeños, una especie de revival de la infancia. Parte de ese viaje en el tiempo consiste en recuperar algunas de las películas y series que nos chupábamos de niños, cuando sólo había dos cadenas, la 1 y la 2, y el mando a distancia éramos nosotros, los cativos. Como habitábamos en la alfombra, de vez en cuando nos mandaban de enviados especiales a la tele, a cambiar.

-Niño, cambia la tele.

-Voy.

Y allá iba uno, a darle al botón. Era un misterio por qué la tele tenía ocho botones, porque sólo se usaban el 1 y el 2, que estaban ya medio machacados, mientras que del 3 al 8 los números lucían nuevecitos, como recién pintados. Después del mando a distancia humano todavía hubo un paso intermedio antes de la llegada de estos mandos a distancia actuales, que vienen con … Seguir leyendo

La infancia es otra cosa

Como algunos detractores me acusan (seguramente con razón) de ser un apologeta de la infancia, que si demasiado revival, que si demasiada nostalgia, que si demasiados años ochenta, pues he revuelto en los estantes hasta encontrar algo con lo que compensar tanto peterpanismo. Y como andaba estos días a vueltas con la vida y obra de Mario Benedetti, me he tropezado con este poema, La infancia es otra cosa. Aquí va un fragmento, que yo creo que equilibra un poco la balanza:

«Los geniales demagogos de la infancia/ así se llamen Amicis o Proust o Lamorisse/ sólo recapitulan turbadores sacrificios móviles campanarios globos que vuelven a su nube de origen/ su paraíso recobrable no es exactamente nuestro siempre perdido paraíso/ su paraíso tan seguro como dos y dos son cuatro no cabe en nuestro mezquino walhalla/ ese logaritmo que nunca está en las tablas».  

P. S. El amigo Benedetti … Seguir leyendo

Los ochenta en estado puro

Los ochenta empezaron muy mal. El 8 de diciembre de 1980 Mark David Chapman asestaba cuatro tiros en la puerta del edificio Dakota de Nueva York a John Lennon, que sólo unas horas antes había estampado su autógrafo en el álbum Double Fantasy que le había tendido el asesino. 1982 fue la hecatombe del Mundial y del maldito Naranjito, que nos amargó la infancia a todos los enanos que ingenuamente creíamos que Zamora, Satrústegui, Arconada y demás paquetes de aquella selección innombrable iban a hacer algo más que caer eliminados a las primeras de cambio. Alucino cuando, por ejemplo, en A Coruña o Santiago, todavía veo abierto algún bar que luce el fatídico cartel: Mundial 82, como si aquel cataclismo absoluto fuera algo para recordar. Hombre, yo celebro que en aquel campeonato, con once añitos de nada, al menos fui a Riazor a ver un partido Seguir leyendo

Revival

Será por tocar las napias, pero me ha entrado saudade de la infancia, de la niñez, de esa pequeña isla del tesoro de la que ya no queda apenas nada, y hasta de la adolescencia, ese infierno diminuto al que uno sobrevive por la música, por los amigos (sí, y por las amigas, claro), por aquel libro que leímos por primera vez, yo qué sé, por una colección de instantes que luego convertimos en leyenda porque teníamos catorce años y nos lo estábamos pasando bien. Pero que muy bien. No es que te gustara especialmente aquella maldita canción de Spandau Ballet, sino que, cuando sonaba aquel tema romanticón, y hasta algo cursi, tú te lo estabas montando de cine, una tarde cualquiera, qué más da, con los colegas. Bueno, os dejo aquí, en plan revival, el vídeo de Gold, de Spandau Ballet, tema en el que se inspira ese … Seguir leyendo

Superagente 86

superagente.jpg

En una ocasión un jefe me soltó que escribía «demasiado literario». Coño, gracias por el piropo, repliqué yo, siempre tan incauto. Pero resulta que no era un elogio, que era que me iba a montar una pirula. En la bronca de rigor, el boss me echó en cara que, además de muchos adjetivos, en mis columnas se deslizaban demasiados guiños nostálgicos y, al filo de la treintena, me insistió, eso de andar meneando todavía la infancia era algo intolerable. Seguramente aquel jefazo tenía toda la razón, por eso él llegó adonde llegó y yo ando por aquí, trasteando con el blog. Lo siento sobre todo por mi madre, que tenía grandes esperanzas puestas en mí, aunque ya me advertía que era un fuguillas y que era mejor lo de «despacito y buena letra». Y yo, de despacito, nada; y la letra, hay días que no me la entiendo ni yo. … Seguir leyendo