La Voz de Galicia
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Encrucijada

gimferrer_pere.jpgSerá cosa de las neuronas, que ya no carburan como a los veinte y que establecen las conexiones cuando les apetece, pasando mucho de su atribulado propietario, pero horas después de escribir aquí sobre los blogs de papel, acabo de recordar el final, escrito el 14 de marzo de 1982, de ese deslumbrante Segundo Dietario de Pere Gimferrer, en el que el gran estilista de la rambla de Cataluña nos cuenta su encuentro con Josep Pla en un salón del Hotel Ritz de Barcelona. La prosa de Gimferrer, perfecta, nos relata así esta encrucijada en los caminos de dos blogueros de cuando apenas había blogs. Ni siquiera de papel. Así remata el autor de Arde el mar la entrada correspondiente al 14 de marzo, con la que pone punto final a su fabuloso texto (Segundo Dietario, editorial Seix-Barral, abril de 1985, traducción del catalán de Basilio Losada):… Seguir leyendo

Blogs de papel

josepplafoto.gifAntes del blog, claro, ya existía el blog. Era de papel. A menudo manuscrito. Y los había hermosísimos. Qué es si no El cuaderno gris, de Josep Pla, que la fundación que lleva su nombre ha convertido en una preciosa bitácora digital: elquaderngris.cat/blog/, publicando cada día la entrada correspondiente a la misma jornada de hace noventa años (nos lo contó el sábado Pablo González en el suplemento Culturas de La Voz). El catalán original se deja leer bastante bien (uno, como presumía Aznar, parla català en la intimidad, será porque el menda estuvo un par de años en Barcelona, subiendo el barrio de Gràcia a mano derecha, en la calle Perill, o sea del Peligro). El cuaderno es el dietario de dietarios. La invención misma del dietario.

Otros blogs de papel, o blogs antes del blog, son los Dietarios del gran Pere Gimferrer, las Greguerías de … Seguir leyendo

La resurrección del emepetrés

Salvando, amigo Christian, las enormes y obvias distancias entre estas cutres farrapadas y aquella lección diaria de periodismo literario titulada Á marxe, esto del emepetrés me está recordando las deliciosas historias que nos contaba Carlos Casares sobre su gato Samuel. Lo digo únicamente porque el artilugio de marras se empeña en aparecer una y otra vez en este rincón bloguero de La Voz, como aquel felino, que asomaba de vez en cuando sus mostachos por la contraportada del periódico y que, gracias al talento narrativo de Casares, siempre nos dejaba con una sonrisa en los labios. Y en el cerebro.

Bueno, pues el emepetrés, que dábamos por difunto en pasados episodios, ha resucitado, aunque sólo sea parcialmente. Me explico. La presunta defunción se produjo por la salida al espacio exterior de esa ruedecita que tienen estos aparatos para ir pasando las canciones. De tanto andar saltando de … Seguir leyendo

El pequeño chamarilero

Iba a escribir un comentario para responder a Prometeo, pero, como casi siempre, la cosa se me ha ido de las manos y he acabado perpetrando un post, aunque, por supuesto, no es que uno tenga muy claro tampoco dónde termina un comentario y empieza un post, si es que esas fronteras de género (de género literario, que no se me irrite Bibiana) tienen algún sentido hoy en día. Bueno, a lo que íbamos. Prometeo, yo también practicaba de niño ese entrañable oficio de chamarilero: iba por la calle recolectándolo todo, para desesperación de mi madre, que asistía atónita al espectáculo del niño trapero que luego transportaba su fardo de objetos inútiles hasta la casa, convertida en una improvisada cacharrería. Recogía palos, hojas secas, caracoles, engranajes, tuberías, relojes rotos, insectos, qué sé yo, todo tipo de artilugios y estrafalarios seres vivos. Cuando iba a la playa de Riazor … Seguir leyendo

El MP3

Ha palmado mi MP3. Le tenía cariño al bicho porque me lo regaló mi santa, ya va para tres años, cuando estaba tumbado en el box número no sé qué de la unidad de cuidados intensivos, después de que los cirujanos le pusieran un par de piezas de recambio a mi corazón. El artefacto me hizo compañía durante aquellas primeras 24 horas de insomnio y flipe (el oxígeno y los calmantes colocan un poco, ya se sabe). En la uci, por no tener, uno no tiene ni gayumbos. Ni las gafas. Está en bolas ante la nada. Sólo el pequeño MP3 gris me distraía un poco entre las rondas de las enfermeras, que son lo más parecido a la bondad absoluta con lo que uno se puede tropezar.

Allí estábamos mi insomnio, la docena de cables que me salían del cuerpo por diferentes orificios, el tubo fluorescente que nunca se … Seguir leyendo