La Voz de Galicia
Navegar es necesario, vivir no es necesario (Pompeyo)
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Bartleby ataca de nuevo

 Lo siento. Estoy en pleno síndrome Bartleby, ese mal que afecta a quienes un buen día simplemente dejan de escribir porque quedan sepultados bajo el temible lema: «preferiría no hacerlo».  Creo que la maldición cayó sobre mí el día que se me ocurrió mencionar al escribano de Wall Street en este cuaderno de bitácora tejido con palabras de humo. Aunque lo cierto es que me pongo a revolver en este baúl cibernético y, entre otros artilugios de escaso valor, tropiezo en el blog con cuatro referencias a Bartleby. Nada menos. Curiosa reincidencia. Obstinación, diría. Cuatro machetazos en la clavícula (siempre esta manía con las palabras esdrújulas, qué pelma). Menos mal que la tinta se lleva en las venas y no en la osamenta. Será cuestión de hacerse una transfusión.  

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Tres gigantes que aún viven del cuento

william-faulkner

El arte del cuento no goza en las letras españolas del enorme prestigio que sí posee, por ejemplo, en la literatura en lengua inglesa. Las grandes revistas norteamericanas, como The New Yorker o The Atlantic Monthly, son desde hace décadas el escenario en el que los grandes autores cultivan esta distancia corta, en la que emplean sin complejos la misma musculatura e idéntico talento que exhiben en las narraciones de largo aliento.

Nada similar sucede por estos pagos, donde los escritores mediáticos parecen despreciar todo lo que no sean novelones de corte decimonónico. Pero algo podría estar cambiando en nuestro panorama narrativo, ya que las grandes editoriales españolas se han lanzado con cierta ilusión y empeño a la publicación de colecciones de relatos (por el momento solo de autores consagrados, pero menos da la piedra de la nada). A la labor de sellos como Anagrama, Tusquets o Lumen se suma … Seguir leyendo

Una novela de museo

En su espléndida colección de novelas El cuarteto de Alejandría Lawrence Durrell nos obsequia con una de esas sentencias cargadas a un tiempo de hermosura y profunda verdad: «No puedes amar de verdad una ciudad hasta que ames a alguien que habite en ella». La frase emerge de la memoria al leer la última narración de Orhan Pamuk (Estambul, 1952): El museo de la inocencia, un relato que demuestra a lo largo de más de 600 páginas cuánta certeza encierra la afirmación de Durrell. Porque la nueva novela de Pamuk —la primera que publica tras alzarse en el 2006 con el Premio Nobel— es, sobre todo, una gran novela de amor. Del amor entre sus protagonistas: el adinerado Kemal, de 30 años, y su prima lejana Füsun, una dependienta de 18 años; y del amor por Estambul que derrocha el autor en estas páginas y que, como … Seguir leyendo

La gran novela

En algunos sitios hay una auténtica obsesión por escribir la gran novela. Los vecinos se encuentran en la cola de la panadería y, en lugar de charlar sobre las isobaras, los cirros y los cúmulos,  como en todas las panaderías y ascensores del universo, se ponen a hablar de la gran novela pendiente.

-Oye, ¿ya has escrito la gran novela?

-No, yo no. ¿Y tú?

-Yo tampoco.

-Habrá que esperar.

-Se ve que sí.

Luego, los tíos pagan las barras a la panadera y se van a su casa, con su frustración, con sus párrafos sin escribir taladrándoles el cráneo.

Si nos atenemos a la literatura en español, por ejemplo, ya no surge este debate, porque todo el mundo asume que la obra fundacional de su narrativa, el Quijote, es también su gran novela. Punto final. Pero en Estados Unidos, por cruzar al otro lado del Atlántico, la cuestión … Seguir leyendo