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El arte del cuento no goza en las letras españolas del enorme prestigio que sí posee, por ejemplo, en la literatura en lengua inglesa. Las grandes revistas norteamericanas, como The New Yorker o The Atlantic Monthly, son desde hace décadas el escenario en el que los grandes autores cultivan esta distancia corta, en la que emplean sin complejos la misma musculatura e idéntico talento que exhiben en las narraciones de largo aliento.

Nada similar sucede por estos pagos, donde los escritores mediáticos parecen despreciar todo lo que no sean novelones de corte decimonónico. Pero algo podría estar cambiando en nuestro panorama narrativo, ya que las grandes editoriales españolas se han lanzado con cierta ilusión y empeño a la publicación de colecciones de relatos (por el momento solo de autores consagrados, pero menos da la piedra de la nada). A la labor de sellos como Anagrama, Tusquets o Lumen se suma ahora Alfaguara, que acaba de relanzar su clásica colección de Cuentos Completos. Para la puesta en marcha de esta renovada serie, la editorial madrileña ha elegido a tres autores indiscutibles: Vladimir Nabokov, William Faulkner y Juan Carlos Onetti.

 

De Juan Carlos Onetti (Montevideo, 1909-Madrid, 1994) se recupera básicamente la edición de sus Cuentos completos publicada también en Alfaguara en 1994. A aquellas piezas, escritas por el gran prosista latinoamericano entre 1933 y 1993, se añaden ahora dos textos inéditos (La visita y San José) y un anexo con cuatro piezas en el que se incluyen relatos inéditos y fragmentos. Incluye el volumen un excelente prólogo de Antonio Muñoz Molina, que ilustra con destreza los avatares de la literatura de Onetti y su enorme capacidad para resistir el paso del tiempo sin perder un átomo de su profundidad y terrible belleza. El lector de Onetti, que suele ser un lector fiel, hallará en estas páginas los paisajes de Santa María, el imaginario decorado de buena parte de la narrativa del uruguayo, e incluso a personajes de sus novelas, como el doctor Díaz Grey, y se topará también con cuentos devastadores, entre los que podemos quizás destacar Tan triste como ella, que Muñoz Molina define en su prefacio como «la historia de amor y de resentimiento más abrumadoramente triste que se haya escrito en español».

Esta colección de relatos, preparada por la especialista en literatura latinoamericana Hortensia Campanella, posee otra característica singular que también subraya con acierto Muñoz Molina: que Onetti es Onetti en todos estos textos, con mayor o menor brillantez, pero con la misma indeleble personalidad literaria que imprime a sus clásicos. Onetti es tan Onetti en estas narraciones como en Juntacadáveres, La vida breve o El astillero.

De Vladimir Nabokov (San Petersburgo, 1899-Montreux, 1977) se revisa la edición de sus Cuentos completos, que Alfaguara ya había publicado en el 2001 a partir de la versión en inglés preparada por el hijo del autor, Dmitri Nabokov, en 1995. El sello aporta, sin embargo, dos novedades respecto a aquel volumen del 2001, lo que permite presentarlo como la «edición definitiva» de su narrativa breve. El libro incluye dos piezas hasta ahora inéditas en español, La palabra y Natasha, y Lluvia de Pascua, un relato recuperado en el 2002 y que ahora se incorpora a este conjunto.

El volumen, que corresponde fundamentalmente a la etapa rusa de Nabokov y que su propio hijo Dmitri tradujo al inglés con el asesoramiento de su padre, permite presentir algunas atmósferas, y temas que también hallamos luego en las novelas de su período americano que le catapultaron a la fama. No es tal vez el escritor de Lolita o Pálido fuego, pero hay gran literatura en estas páginas de prosa mimada, por las que se deslizan esas pequeñas obsesiones que nos hacen únicos, como las mariposas que asoman en Aureliana y que marcaron buena parte de la existencia del literato (Nabokov) ha pasado a la historia tanto por su contribución a la narrativa del siglo XX como por sus estudios zoológicos de los lepidópteros). Son magníficas las notas del autor que aparecen la final del volumen, en las que V. Nabokov desvela las circunstancias literarias y vitales en las que escribió cada relato. Por ejemplo, en las anotaciones a Última Thule y Solus Rex, el autor explica que esta prosa es su «despedida del ruso», ya que en 1940 dio el salto a Estados Unidos, donde durante veinte años se entregó a la escritura en inglés y donde compuso sus grandes obras maestras (muy particularmente en ese viaje al corazón del continente que traza en Lolita).

Y a lo más profundo de Estados Unidos nos conduce también el tercer cuentista reivindicado por Alfaguara en su colección consagrada a la distancia corta. William Faulkner (New Albany, 1897-Oxford, Misisipi, 1962), el prodigioso autor de Mientras agonizo y El ruido y la furia, retratista del rostro menos amable del Sur de Norteamérica, poblado en sus prosas por personajes desamparados, arrojados a un universo hostil, cuando no abiertamente violento y alcoholizado.

No estamos en este caso ante un conjunto cerrado de cuentos completos. Como ya se apunta en la cubierta del volumen, estos son unos «cuentos reunidos». La versión española preparada para esta edición lleva la firma de uno de los grandes de la traducción de nuestro país: el pamplonés Miguel Martínez-Lage, responsable de trasladar al castellano monumentos literarios como el ¡Absalón, Absalón! del propio Faulkner (editorial La otra orilla) o Vida de Samuel Johnson, de James Boswell (Acantilado), obra por la que obtuvo el año pasado el Premio Nacional de Traducción.

El lector español ya conoce una colección de narraciones breves de Faulkner editada por Anagrama como Relatos. Sin embargo, esta excelente traducción de Jesús Zulaika —autor también para Anagrama de una versión de la formidable y compleja Mientras agonizo— corresponde al libro titulado originalmente Uncollected Stories, mientras que Alfaguara presenta aquí de la mano de Martínez-Lage la traducción de Collected Stories of William Faulkner, un volumen con 42 relatos publicado en 1950 a partir de una selección realizada por el propio autor. No son pues, ni mucho menos, unos «cuentos completos», sino una antología personal que reduce a su cuarta parte la colosal producción del autor en este género.

 

Como apunta el traductor, los cuentos constituyen «una puerta de acceso perfecta al universo Faulkner», que en esta ocasión realiza incursiones fuera del condado de Yoknapatawpha para explorar Francia, Nueva York y el Hollywood donde padeció como guionista entre 1932 y 1945 y que retrata en La tierra del oro. Asoman ya en estos cuentos, además de las atmósferas típicamente faulknerianas, algunos personajes de su novelística, como Ratliff, de la trilogía de los Snopes, o Quentin Compson, de ¡Absalón, Absalón! y El ruido y la furia.

Únicamente un pero a esta cuidada edición. Hay que subrayar el error en el que se incurre al señalar que Faulkner publicó este volumen de cuentos en agosto de 1950 «dos meses antes de recibir la buena nueva de Estocolmo» de que le había sido concedido el Premio Nobel de Literatura.

El autor de Santuario fue galardonado (y notificado) en 1949, aunque es cierto que no recibió oficialmente el premio hasta la ceremonia de diciembre de 1950, donde tuvo que compartir protagonismo con el autor homenajeado ese año, el británico Bertrand Russell.

*Publicado hoy en el suplemento Culturas de La Voz de Galicia