A este paso, Bob Esponja va a generar toda una filosofía, al estilo de sus primos los Simpson. Un niño que, como la revoltosa Pipi Calzaslargas, vive solo, a su bola, en una piña bajo el mar, pide a gritos que unos sesudos catedráticos nos expliquen la mecánica cuántica de sus mundos. Esos por los que se pasea una ardilla con escafandra, sumergida en el mismo océano en el que hay incendios subacuáticos. Eso sí que es una paradoja, y no la de Banach-Tarski. Ya decía Pere Gimferrer aquello de «arde el mar». Menos mal que en Fondo de Bikini tienen bomberos para sofocar el agua en llamas. Se ve que el surrealismo, hastiado de zascandiles y/o culturetas, pasa mucho ya de las bibliotecas y las películas subtituladas. Mucho mejor refugiarse en los dibujos animados y las mentes de los niños, que como todavía no están domesticadas tienden de forma natural al surrealismo. Porque el surrealismo, ya sea el de Bob Esponja o el de André Breton, no es otra cosa que la música que toca el azar cuando se le deja.
Recordar a la gran surrealista de la pintura española, la vivariense Maruja Mallo, a quien Salvador Dalí calificó como «mitad ángel, mitad marisco». ¿Y la otra mitad?. Es que en España, los genios acostumbran a tener, afortunadamente, tres mitades.
Sí, Nano, o incluso más de tres mitades. Depende del genio.
Eres un valiente, Luis. Ya era hora que alguien reivindicase el surrealismo de Bob Esponja.
🙂
Era una asignatura pendiente que ya no podía esperar más.
hola, me he perdido. ¿alguien sabe donde está mi trombo-clínex azul?