La Voz de Galicia
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filosofos

Los Simpson y la filosofía, de la editorial Blackie Books, es uno de esos raros libros que, de tiempo en tiempo, logran sacudir la sombra del desánimo y plantarte una sonrisa en medio del cerebelo. En el volumen actúan como editores los profesores universitarios William Irwin, Mark T. Conard y Aeon J. Skoble, que también firman algunas de las 18 piezas reunidas en este conjunto de ensayos en los que se extraen ciertas lecciones filosóficas a partir de los jugosos ejemplos (y contraejemplos) que nos sirve esta serie de dibujos animados. Que nadie piense que se pretende ahogar con existencialismos, metafísicas y pedanterías varias las divertidas peripecias de Homer, Marge, Lisa, Maggie y Bart. De eso nada. La idea es justo la contraria, tomar sus aventuras como punto de partida para explicar y comprender otro tipo de aventuras, las de pensadores como Aristóteles, Camus, Sartre, Heidegger, Popper, Kant, Nietzsche o Marx. Así descubrimos, entre otras cosas, que Bart es un pequeño nietzscheano, porque rompe con la moral tradicional; o que Homer encaja en el esquema de hombre vicioso asentado por Aristóteles en su Ética a Nicómaco,  vicio que su vecino Ned Flanders define en un capítulo como la «embriagadora pasión por la vida» del patriarca de los Simpson.

Los autores siguen el modelo de Umberto Eco en Apocalípticos e integrados. Allí Eco confesaba su devoción por las viñetas de Superman, Steve Canyon y por Peanuts, El mundo de Charlie Brown, más conocido por estos pagos como Carlitos, a secas, y sobre todo como colega del perro Snoopy (por motivos desconocidos auténtico icono del movimiento pijo hispano). El italiano colaba entonces en su sesudo ensayo una sentencia que también se podría trasplantar sin traumas al universo de los Simpson: «El mundo de Peanuts es un microcosmos, una pequeña comedia humana para todos los bolsillos». Ahí reside el éxito de la serie y su enorme valor como asidero filosófico. Porque la filosofía, digo yo, de lo que trata es de la vida misma. ¿O ya no?