La Voz de Galicia
Navegar es necesario, vivir no es necesario (Pompeyo)
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Un inicio y un final de leyenda

 En lo que respecta a inicios de novela, probablemente el arranque del Ulises, de James Joyce, sea el inicio de inicios: joyce.jpg

«Solemne, el gordo Buck Mulligan avanzó desde la salida de la escalera, llevando un cuenco de espuma de jabón, y encima, cruzados, un espejo y una navaja. La suave brisa de la mañana le sostenía levemente en alto, detrás de él, la bata amarilla, desceñida. Elevó en el aire el cuenco y entonó:

-Introibo ad altare Dei».

(Traducción de José María Valverde para la edición de Seix Barral).

Pero, donde Joyce se salió definitivamente de las coordenadas literarias conocidas fue, al margen de ese juego insondable titulado Finnegans Wake, en un final de leyenda, el del relato Los muertos, del volumen Dublineses, que podemos paladear aquí en la versión que preparó para Cátedra el gran Eduardo Chamorro (sí, nuestro Eduardo Chamorro, el que escribe su Seguir leyendo

Buenos Aires y Galicia, ida y vuelta

Paco nos ha recordado estos días los senderos de ida y vuelta tendidos sobre el Atlántico entre Galicia y Argentina. Galicia, de hecho, tiene bandera porque un buen día la peña, harta de pasarlas canutas en la aldea, metió cuatro cosas en la maleta y embarcó en un paquebote rumbo a América. Cuenta Xosé Neira Vilas que lo último que veían los emigrantes asomados a la cubierta de tercera del buque era la bandera del puerto de A Coruña, una tela blanca con una diagonal azul celeste, y, con la morriña ya incrustada en las meninges, se quedaron con esos colores como enseña (otro acierto que prueba que el azar hace las cosas mucho mejor que los políticos).

Así, con la bandera portuaria en la solapa del cerebro, los viajeros convirtieron a Buenos Aires, primero, en la capital de la emigración y, tras la infame Guerra Civil, en la gran … Seguir leyendo

El lector de reojo

Hay literaturas para leer en el ascensor. Matizo, hay, según escribió un Jardiel Poncela demasiado facha para los demasiado sin sentido del humor, relatos breves para leer mientras sube el ascensor, porque a nadie se le antojaría leer a Enrique Jardiel Poncela (o incluso a otros) mientras el ascensor, ese montacargas humano, ese funicular que se detiene a cuatro o cinco peldaños del Infierno o del centro de la Tierra, desciende a su Hades doméstico. El elevador no da para más. Ni para menos. Se reclama un disparo de prosa directo al cerebro, al cerebelo, a las neuronas, a las dendritas o adonde sea. Un trago de adrenalina.

Pero el autobús, el modesto y hasta entrañable bus urbano, sucio de chicles y pintadas de amores profanos, da para mucho más, aunque sin alcanzar la larga hermosura de los antiguos trenes, que son el mejor refugio para el insomnio y para Seguir leyendo

El arte del simulacro

El simulacro se impone, desde hace lustros, en el arte. Da un poco igual si, en medio de una moderna galería, uno planta una tijera de capador, un meadero de pared, un arado romano o un reloj de cuco. Lo que de verdad marca la diferencia entre esos artilugios no es su belleza, ni su complejidad técnica, sino el discurso conceptual que uno se monta alrededor del cacharro. El mismo sendero han recorrido con provecho otras disciplinas, como la arquitectura, que alza edificios que son todo pellejo y muy poca chicha, aunque al inmueble se le adjunta luego un dossier con mucho argumento teórico que rellena los orificios que dejó el arquitecto sobre el plano.

Pero los que han elevado el simulacro a la categoría de lo absoluto no son ni los filósofos, ni los artistas contemporáneos, ni los arquitectos, ni siquiera esos escritores que ya poco importa lo que … Seguir leyendo

Kerouac vende coches

Cuando se acaba de cumplir medio siglo de la publicación de On the road (En el camino), la novela de Jack Kerouac que elevó a la generación Beat a los altares de la cultura de masas, una firma de automóviles de lujo echa mano del legendario texto para imprimir un barniz literario a su nueva campaña publicitaria. El asunto tiene su gracia, porque, como recordamos hace poco en La Voz, ha tenido que pasar medio siglo para que se publicase el texto íntegro de la versión original mecanografiada por Kerouac en 1951 (la fecha que, con precisión, apunta el anuncio) y que, solamente con múltiples enmiendas y recortes, pudo ver la luz en 1957.

Era On the road un relato demasiado duro de digerir entonces, pero, transcurridos diez lustros, ya sirve incluso como reclamo comercial. Quién le iba a decir al gran Jack, maestro consumado del arte del autostop, … Seguir leyendo

Caza de emigrantes

La Voz de Galicia publicó hace unos días en la sección Hace 125 años la siguiente noticia, aparecida originalmente el 31 de mayo de 1883:

«Captura de emigrantes. La Guardia Municipal de Vigo se ocupó ayer en dar caza, o captura, a una porción de individuos naturales de la provincia de A Coruña, que esperaban vapor para salir con destino a América del Sur y de los cuales solamente dos se hallaban autorizados para ello. Parece que una mala interpretación, o quizá falsa denuncia, dio motivo a esa caza de emigrantes, pues otro telegrama anunció que todos los que figuraban en una lista tenían su pasaporte arreglado».

La misma Galicia que ahora se dedica a la captura del inmigrante practicaba hace un siglo y pico la caza del emigrante. Conviene no olvidar de dónde venimos.Seguir leyendo

Bukowski en la Red

El primer día que Charles Bukowski se sentó delante de uno de estos artefactos le asaltó la duda, la enorme duda, de si el ordenador iba a ser la máquina que lograse acabar con él, algo que no habían conseguido ni el alcohol, ni las mujeres, ni siquiera la miseria, ya se sabe, cuando era joven y estaba él solo en un cuarto de Nueva Orleáns con un par de ratas y toda su literatura hirviéndole en el cráneo. Lo contó en un memorable poema. Por supuesto, el artilugio no pudo con el viejo poeta y, es más, Bukowski es a día de hoy un privilegiado inquilino de la Red, en la que se pueden degustar algunos episodios conocidos de su leyenda, como cuando, con un par de botellas de más en el cuerpo, plantó a los sesudos tertulianos de Apostrophes, el programa cultural estrella de la televisión francesa. … Seguir leyendo

La rebelión de los sosainas

Si Rajoy monta un circo no es que corra el riesgo de que le crezcan los enanos, es que los enanos se apellidarían Gasol y le machacarían a collejas la grupa. Mariano, el de los hilillos de plastilina, se creía que esto de que le pongan a uno un partido a su nombre es como traspasar una mercería, que uno paga el traspaso y listo, hereda los proveedores, la clientela y hasta el recibo de la luz. Pero no. A Mariano le han salido respondones los inquilinos de la Rue del Percebe 13, digo de Génova 13, que han empezado a rebotarse en cadena y amenazan con bajar al portal y pedir a gritos el regreso del antiguo casero, Aznar, que se ve que tenía la escalera más aseadita.

Lo de Mariano, el señor de los hilillos, a veces parece un argumento de Shakespeare. No sabemos si se trata … Seguir leyendo

Una larga enfermedad

Con la muerte de Sydney Pollack hemos escuchado, una vez más, una de esas letanías que primero se atrincheran en las tertulias de radio y televisión y que luego se reproducen, a la velocidad de los roedores, en los mentideros habituales de esta sociedad ultramediática: «Sydney Pollack ha muerto tras una larga enfermedadsydneypollack3.jpg». Porque la gente, en este planeta tipo Disneylandia, ya no la palma de cáncer, no, hombre, no, qué falta de tacto, aquí la peña, como  mucho, estira la pata «tras una larga enfermedad», que es algo mucho más discreto y no molesta a nadie, nadie se siente ofendido por que le recuerden la evidencia de que la ruleta gira y gira y a veces se para en la maldita casilla.

Sydney Pollack, escuchamos en todas partes, se fue al otro barrio «tras una larga enfermedad», aunque, paradójicamente, tampoco fue tan larga, porque resulta que el cáncer, … Seguir leyendo

Sydney Pollack, uno de los grandes

pollack2.jpgLos cineastas, debe de ser cosa de un arte creado para las multitudes, nunca mueren solos. Tras palmarla hace unos días Charlton Heston, ahora se nos va Sydney Pollack, otro de los grandes, que amaba tanto el celuloide que no sabía estarse quieto ni delante ni detrás de la cámara, así que fue de todo: actor, director, productor y lo que le echasen. Así creció su enorme filmografía, más propia de otros tiempos, de cuando Hollywood era Hollywood y todavía no había sido tomada al asalto por una banda de oficinistas obsesionados con cuadrar las cuentas. Como si el cine fuese cuestión de cuentas.

Se nos ha ido Pollack, el director de Las aventuras de Jeremiah Johnson, Tal como éramos y las célebres Tootsie o Memorias de África; el actor, por poner solo un ejemplo, de Maridos y mujeres, de Woody Allen, uno de los últimos … Seguir leyendo