La Voz de Galicia
Navegar es necesario, vivir no es necesario (Pompeyo)
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El verano inexistente

Pinga un poco el cielo vestido de plomo, caen cuatro gotas mal contadas, y ya me recriminan que de qué verano me quejo, si en Galicia no hay verano. No, qué va, en Ourense fríen huevos en el empedrado porque les peta, no te digo, y los pinos rumorosos arden por hectáreas porque en el fondo somos esquimales y el fin de semana, en vez de ir a la aldea, vamos al iglú del abuelo. Además, el verano, como todo, es un estado mental, y aquí, digan lo que digan los papanatas de siempre, no nos libramos de sudar la gota gorda hasta que pasa septiembre, con sus migueliños dulzones, y llega octubre perfumado de musgo, hojarasca y rabos de pulpo. Al rostro pálido el calabobos de agosto, vaya ful, le amansa algo la quemazón, como cuando la niebla se posa como un inmenso telón de acero sobre la costa … Seguir leyendo

Telodigoyó

En el cloro, como ya se catalogó en este bestiario, medra el chuleta piscinero. Pero qué sería de la sopa humana sin su otro chulimán: el telodigoyó. Al contrario que Chulopiscinas, que es planta de exterior, el sabihondo de aguas estancadas es capullo de interior y ejerce a cubierto, en el vestuario masculino. Se ve que este humedal aviva su seso (ojo, con ese), porque el catedrático de todo cuando se crece es recién duchadito y bien ajustados los gayumbos a sus partes. Ahí el telodigoyó propina a sus colegas de banquillo una ponencia sobre macroeconomía que ni las bravatas de Fidel cuando era Fidel. El listillo al vapor sabe más de fútbol que Del Bosque, más de cardiología que todos los especialistas del Chuac juntos y, como se te ocurra mentarle la TDT, te puede asestar una chapa sobre los megahercios que lo de Guantánamo suena a coña marinera. … Seguir leyendo

¿Dormir? ¿Para qué?

Nunca se madruga tanto como en verano. A los chavales, que son unos cachondos, durante el curso hay que extraerlos de la cama con intervención de los antidisturbios, pero en agosto ya se despiertan ellos solos a las 7.15 o’clock. El día que más se madruga es el del viaje, aunque sea para ir a Sanxenxo, da igual, la santa y la suegra se confabulan (ríete tú de la OTAN) para que amanezca más temprano, así que te levantas antes de acostarte y al final llegas al destino no para cenar, que era la idea, sino para desayunar unos churritos. Y lo de dormir de noche sí que es un sueño de verano, porque para algo están los 32 grados, que no se alivian ni con la cabeza metida en la nevera, el after hours de la esquina, que pone el chundachunda tan alto que parece que El Combo Seguir leyendo

Otra vez, otra vez

Quince kilómetros de atasco por delante hasta la playa atiborrada, el aire acondicionado del coche que ya no da para refrigerar los 40 graditos que despide el asfalto en estado líquido, y las enanas, qué majas, invocan el fatídico grito de guerra, otra vez, otra vez, así que, cautivo y desarmado, le das al replay y pones el chisme en automático para que suene 74 veces seguidas, sin tregua, Bob Esponja, que por si alguien no lo sabe, vive en la piña debajo del mar, y van 75, su cuerpo amarillo absorbe sin más, y van 76, el mejor amigo que puedes tener, y van 77, igual que los peces él puede flotar, Bob Esponja ya llegó, sí, qué pavo, pero lo que no llega nunca es el peaje, así que agárrate las gónadas, porque toca cucú cantaba la rana, cucú debajo del agua. A los que sacan pecho Seguir leyendo

Ya casi es Navidad

Hasta hace un par de telediarios, el cartel de hay lotería de Navidad te salía al paso a finales de agosto o principios de septiembre, como una especie de canguele ante la inminente derrota: las vacaciones agonizan y hay que confiar todo a las loterías, los cuponazos, el azar y la ludopatía para no tener que volver al tajo y al señor, sí, señor de la oficina. Será cosa de la maldita crisis o de que ya no sabemos esperar, cada cosa a su tiempo y los nabos en adviento, se decía, pero ahora ni los nabos ni el adviento tienen demasiados fans, y el cartelito de que se vende el número de la casa se adentra peligrosamente verano arriba, anticipándose tanto que dentro de poco lo van a colgar antes incluso del sorteo del año anterior. Sucede un poco como con esas tiendas que sacan los adornos navideños con … Seguir leyendo

Jardineros adosados

Otro de los trabajos forzados del verano es la arquitectura del paisaje, es decir, lo que antes de que nos volviésemos todos gilipollas, perdón, políticamente correctos, se llamaba jardinería. Eso que, en vez de un julay con dos másteres y tres idiomas hablados y escritos, practicaba Richi, el jardinero, siempre algo achispado el tío. En los chalés adosados no vive Richi, sino el paisajista cartesiano, que poda el seto con tiralíneas y planta los abetos con escuadra y cartabón. Pero en el ecosistema adosado también habita el vecino jipi, el que busca el orden del caos en las silveiras y cultiva su ferrado según los dogmas anarcosindicalistas, o sea, a su bola, a monte. Lo que mola es cuando el asilvestrado, al ver el césped algo tostado, pone a Led Zeppelin a tope en el cacharro y enciende el sistema de riego por abrasión, vamos, que mea largo y … Seguir leyendo

Chulopiscinas

Chulopiscinas quiere ser como Cristiano Ronaldo, CR7, o como se llame ahora, con su fijador en el pelo minuciosamente alborotado, su depilación láser integral y su tableteado de diseño en los abdominales. Chulopiscinas, esencia del verano celtíbero, domina el arte de pasearse por el borde de la charca marcando bíceps, e incluso tríceps, para asombro de las nenas, que en realidad no se asombran, sino que se parten el culo de risa con las poses automatizadas del atleta. Chulopiscinas, con el paquete de rubio americano en el elástico del bañador y la mirada castigadora perforando las gafas de sol, se machaca unas flexiones a pie de toalla, qué sé yo, quinientas o mil, solo para entrar en calor y sacar brillo a la musculatura delante de las churris, que matizan que el cachas a quien se parece no es a CR7, sino a Aznar, … Seguir leyendo

Yonquis del sol

A estas alturas de agosto, como vea un jirón de nubecilla en el horizonte, el yonqui de la melanina sufre el primer ataque de pánico, porque calcula que en las tres semanas y pico que le queda al mes no va a superar el tueste de pellejo del verano anterior y solo de pensar en volver a la oficina con esa tara sobre los lomos, como uno de esos pringados que en vacaciones se van por Europa a ver museos y piedras viejas, le entra un jamacuco que se rila por la pata abajo. El rostro torrefacto padece anorexia solar: mientras los demás le sugerimos que puede ir parando de torrarse, que el único blanco que le queda es el de los ojos y tal vez (solo tal vez) el de los huesos, el adicto al rayo UVA siempre se ve paliducho, desteñido, y por eso, en vez de gastar … Seguir leyendo

La semana grande

A Mariano José querría verlo yo aquí y ahora, en la era de la Administración electrónica, ja, tratando de arreglar un papel cualquiera en una oficina pública en pleno agosto. Y, para más intriga y dolor de barriga, en la semana grande, donde lo único grande es el vacile al paganini, que para sellar un humilde folio en el registro necesita tres visitas al mostrador, cuatro tilas bien cargadas y quince fotocopias compulsadas, qué rigor el del funcionario autóctono, no baja la guardia ni en verano. Lo grande de esta semana, ya digo, es la larga cambiada que le pegan al contribuyente en todas las ventanillas, porque lo que se denomina, así en general, horario de atención al público, se reduce tanto que para leerlo en el cristal de la puerta (cerrada, claro) hay que llevar un microscopio de bolsillo encima. Al colega de Larra, en agosto del 2015, no … Seguir leyendo

Tradiciones

Agosto exacerba las tradiciones seculares y carpetovetónicas, que no son otra cosa que eso, antiguallas, pura arqueología heredada del tatarabuelo Raimundo, que fue el primero, allá por el XVIII, en pensar que tirar una cabra desde el campanario tenía su punto coñón, qué cachondo este Mundo, sobre todo si el lanzamiento de cabra se efectúa un domingo a la hora del aperitivo, con el público bien cargadito de vermús, finos y orujo a caño libre. Supongo que todos tenemos un día de esos en que nos apetece arrojar una cabra desde la torre de la iglesia, solo que si lo haces en Finlandia, te mandan de cabeza al trullo o al frenopático, mientras que en Spain is different te nombran alcalde perpetuo del pueblo y el vuelo de cabra (sin motor) lo declaran fiesta de interés turístico nacional y, si se tercia, hasta deporte olímpico. Porque el guiri Newton ese Seguir leyendo