La Voz de Galicia
Navegar es necesario, vivir no es necesario (Pompeyo)
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La cola -a pie, en bici o patinete- es otro saludable pasatiempo del veraneante, que acude cada agosto al mismo atolladero, digo, municipio, inflado de 50.000 a 300.000 inquilinos sin mayores aspavientos. Con la superpoblación llega la cola para todo. Hay que levantarse a las seis de la mañana y ponerse en la fila para pillar sitio en la playa, que los legales reservan estirando un par de toallas sobre la arena y los pilluelos dejando al abuelito amarrado a una tumbona para que defienda la parcela, total, duerme como un bendito, le bajamos el volumen del sonotone y listo. Con nuestro palmo de playa en el peto ya podemos emprender a gusto la ronda de colas: la del pan, la del meódromo del chiringuito y la del tren chuchú de los críos, que ya le gustaría al AVE tener semejante demanda. Al final hay que hacer cola hasta para respirar por turno, porque el oxígeno municipal está racionado para que no lo inhalen todo los abusones de caja torácica ancha.