La Voz de Galicia
Navegar es necesario, vivir no es necesario (Pompeyo)
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Hace unos años, cuando todavía era un pipiolo, tuve la fortuna de entrevistar a Mario Vargas Llosa, que ya era, claro, un titán de la literatura. Recuerdo que el escritor gastaba esa amabilidad y educación que sólo tienen los que de verdad son grandes, muy diferente al desdén que muestran los mequetrefes que ya se creen algo cuando apenas levantan un palmo sobre el suelo de la nada. La otra cosa que recuerdo, aunque algo difusa porque no encuentro la página original entre mis papeles traspapelados, es que, tal vez por mi ingenuidad de novato, tuve la jeta de preguntar al gran narrador peruano, declarado defensor del liberalismo, sobre la colisión entre mercado y literatura, que no siempre acaban de ponerse de acuerdo. Vargas Llosa, muy correcto, me contestó que efectivamente, que cuando se habla de literatura o de arte el mercado no siempre tiene razón, es decir, que lo que más se vende no es necesariamente lo mejor. Y viceversa: a menudo hay auténticas joyas que, por las circunstancias que sean, nunca llegan a triunfar como deberían. O que triunfan demasiado tarde, cuando ya no queda nadie para aplaudir en la platea.

Me acuerdo hoy de aquel episodio porque parece ser que ahora son los llamados «mercados financieros internacionales» -que nombre más siniestro, cielos- los que marcan las directrices económicas a los gobiernos. Vamos, que son los que mandan, los que dicen dónde tienen que recortarnos derechos y dineros a los de a pie, a la clase de tropa, que de tanto apretarnos el cinturón ya llevamos la lengua arrastrando por la acera. Curiosa manera, la de nuestros gobernantes, de llevar el timón. O más bien, de no llevarlo. De cederlo a Soros y sus primos especuladores, que de un volantazo son capaces de noquear a todo un país como Grecia. Precisamente a Grecia, la cuna de todo. Qué pavos.

Pero el mercado, como admiten hasta sus propios forofos, no siempre tiene razón. Tendrá la razón mercantil o comercial, pero no está en posesión de la verdad absoluta, de la verdad sin rodeos. Y la literatura, como la vida, ofrece ejemplos muy sencillos, que hasta los analistas de Standard & Poors podrían entender si ponen un poco de empeño. Porque según el mercado, Dan Brown es un novelista extraordinario, ¿no? Y Belén Esteban, una líder de opinión, una intelectual, vaya. Y eso, lo siento mucho, ya no nos lo tragamos. Vale que estos tíos se forren vendiendo estiércol a precio de oro, pero que no nos pidan aún encima que aplaudamos con las orejas. Porque las orejas ya las hemos puesto a remojo antes de que el gobernador del Banco de España anuncie que nos las van a cortar para reducir el déficit del Estado.