La Voz de Galicia
Navegar es necesario, vivir no es necesario (Pompeyo)
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En el mismo día me topo en dos situaciones muy diferentes con la misma reflexión. La primera es una frase extraída de una espléndida entrevista en la que el escritor francés Daniel Pennac habla de su libro Mal de escuela: «Mayo del 68 era un movimiento anticonsumista, pero cuando sus efectos fueron desvaneciéndose y la sociedad francesa adoptó formas más liberales, entonces irrumpió el consumo de masas también en la escuela. Los niños y los padres pasaron a ser clientes y consumidores. Y la escuela no tiene nada que vender. Imparte saber, transmite conocimiento, algo que es necesario pero que raramente se desea».

Vale. Salgo a la calle. Me tropiezo, precisamente en una esquina con forma de oficina principal de un banco, con un amigo médico. ¿Qué me cuenta? Que los pacientes ya no son pacientes. Que llegan con sus síntomas memorizados y rebuscados en el Google. Que ya se diagnostican ellos solos. Le dicen lo que padecen e incluso le sugieren ya las pruebas diagnósticas y le piden un tratamiento concreto. «Ya no son pacientes, son clientes, que exigen que les dé lo que quieren. Y si algo sale mal, quieren que alguien se responsabilice y pague por ello». ¿Consecuencias? «Se piden pruebas innecesarias, se ingresa a gente en el hospital que en realidad no lo necesita… Y todo para que no te denuncien», me espeta.

Al final, todo se reduce a la hoja de reclamaciones. Hemos convertido mundos antes casi sagrados (o sagrados del todo) en puras relaciones mercantiles. La escuela y el hospital no nos daban lo que deseábamos, sino lo que nos convenía. Ahora nos dan lo que deseamos. Tele a la carta, escuela a la carta, medicina a la carta, ¿qué más da? Porque el cliente siempre tiene razón, ¿no?