La Voz de Galicia
Navegar es necesario, vivir no es necesario (Pompeyo)
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«Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino de los cardos y de las chumberas. Aquéllos gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y arrugan el ceño como las alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y colonia, y hacerlo con tatuajes que después nadie ha de borrar ya».

Ya sé que está de moda ningunear la literatura de Camilo José Cela. Ya sé que hay mucha gente que se ufana de ignorar sus libros amparándose en las boutades que soltaba con frecuencia el personaje público CJC. Ya lo sé. Pero, a pesar de todo eso, a mí me sigue pareciendo un enorme escritor. Y este arranque de Pascual Duarte es un ejemplo de cómo Cela sabía manejar, como muy pocos, la mezcla de violencia y ternura que hizo grande su narrativa.