La Voz de Galicia
Navegar es necesario, vivir no es necesario (Pompeyo)
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«Soy un hombre de cierta edad. En los últimos treinta años, mis actividades me han puesto en contacto íntimo con un gremio interesante y hasta singular, del cual, entiendo, nada se ha escrito hasta ahora: el de los amanuenses o copistas judiciales. He conocido a muchos, profesional y particularmente, y si quisiera podría referir diversas historias que harían sonreír a los señores benévolos y llorar a las almas sentimentales. Pero a las biografías de todos los amanuenses, prefiero algunos episodios de la vida de Bartleby, que era uno de ellos, el más extraño que yo he visto o de quien tenga noticia. De otros copistas yo podría escribir biografías completas; nada semejante puede hacerse con Bartleby. Creo que no hay material suficiente para una plena y satisfactoria biografía de este hombre. Es una pérdida irreparable para la literatura. Bartleby era uno de esos seres de quienes nada es indagable, salvo en las fuentes originales: en este caso, exiguas».

(Bartleby el escribiente, Herman Melville, Alianza Editorial, traducción de Jorge Luis Borges)

Apunta Borges en el prólogo sobre el relato: «Es más que un artificio o un ocio de la imaginación onírica; es, fundamentalmente, un libro triste y verdadero que nos muestra esa inutilidad esencial, que es una de las cotidianas ironías del universo». A partir de la historia del oficinista y su legendaria frase («preferiría no hacerlo») alzó un libro memorable Enrique Vila-Matas: Bartleby y compañía, en el que exploró la negativa de ciertos autores a seguir escribiendo. Curiosamente el apellido se ha convertido en marca de dos editoriales: Bartleby.com y Bartleby Editores. Tiene su gracia que un tipo que se hizo famoso por su negativa haya generado tanta tinta. Por cierto, el subtítulo que Melville eligió para su pequeña novela también tiene eco en los tiempos actuales: Una historia de Wall Street.