La Voz de Galicia
Navegar es necesario, vivir no es necesario (Pompeyo)
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Todos conocemos a alguno. Están siempre al acecho. En las interminables sobremesas de las comilonas familiares, agazapados en las trincheras de la oficina y hasta en la sala de espera del ambulatorio, ocultos entre los pensionistas y sus males crónicos. Son los listillos. Los que saben de todo. Hace poco escuché a un tipo, por supuesto lego en la materia, discutirle a todo un catedrático de Derecho el espíritu y la letra de una laberíntica ley. Con un par. A ver quién era el catedrático para explicarle a él lo que dicen los libracos legales. Y quien habla sin rubor de derecho también puede pontificar sobre física cuántica, arquitectura, gastronomía de vanguardia, ingeniería, bioquímica o pesca submarina. Ya puestos, estos sabihondos le explicarían al padre de Zipi y Zape cuatro cosas sobre los fundamentos de la colombofilia.

Luego tenemos a los culturetas, claro, que son unos listillos especializados, más que nada unos pedantes que repiten muchos nombres extranjeros -mal pronunciados, of course– para tratar de demostrar que ellos sí que controlan de música, de literatura y de arte contemporáneo. Ellos sí que son modernos, porque el mismo disco de Coldplay que tú te compras de saldo en el hipermercado ellos lo adquieren en Londres por treinta libras, que es mucho más caro, sí, pero mola más cuando sacas de la maleta tu bolsita con el logo de la tienda londinense.

Pero cuando afloran como hongos los listillos es cada cuatro años con los Juegos Olímpicos. Ya tuvimos un anticipo con la fórmula 1, cuando de repente hasta el zascandil que se pasaba las tardes atornillado a la barra del bar, caña en mano, resulta que era un especialista en neumáticos de seco y de mojado, suspensiones y aerodinámicas. Con Pekín 2008 el listillo, envalentonado, saca pecho y sienta cátedra no ya sobre fútbol y baloncesto, asignaturas con las que nos da la turra todo el año, sino con los deportes más insospechados. El listillo, qué pasa, también sabe de natación, de halterofilia femenina, de lanzamiento de jabalina, de tiro con arco, de voley playa, de piragüismo, de tenis de mesa y hasta de gimnasia artística. Será por neuronas. Para repartir tiene.

Cuando se escucha pontificar a un listillo uno siente unas ganas enormes de hacer lo que Woody Allen en Annie Hall, cuando, harto del cultureta que le está escupiendo sus teorías sobre McLuhan en el cogote, Woody saca a Marshall McLuhan de entre bastidores para acallar al intelectualoide. «Usted no sabe nada de mi obra», le suelta McLuhan al listo. Qué gozada. Como sentencia Allen, amigos míos, si la vida fuese siempre así…