Torres de Altamira (Brión). Las Torres de Altamira, propiedad de la Diputación coruñesa, son una perita en dulce: o no hay nadie o hay un par de personas dando una vuelta -o sea, nivel de contagio igual a cero-, están en buen estado, la panorámica es magnífica y aquello rebosa historia. El palacio gótico -en la foto- rezuma elegancia, mientras más de un visitante se devana los sesos preguntándose si será cierto que existen los subterráneos, como afirma un libro. La anécdota tan loca como verídica es que en 1971 algún preboste algo despistado tuvo la brillante idea de que allí la propia Diputación construyera una gran biblioteca. Amén de la barbaridad artística y de los millones que iba a costar aquello, ¿alguien se imagina a una persona dejando atrás Santiago, yendo a Bertamiráns por la carretera (diez km), desviándose dos km a Brión y otro desvío de un kilómetro para llegarse a las torres con el fin de estudiar, investigar o pasar el rato?
La señalización resulta suficiente desde Brión. Lo único malo es que aparcar el coche no entra en la categoría de lo fácil fácil porque, sencillamente, no se ve apenas sitio.