La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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Combarro. Estos días que ni fú ni fá, ni son veraniegos por completo pero tampoco de otra estación, resultan idóneos para embarcarse no en soledad, pero sí con muy poca gente. Una quincena nos embarcamos en Combarro para ver la isla de Tambo más de cerca, ya que es militar y el desembarco está prohibido. Y por aquellas plácidas aguas navegamos durante una hora, que incluyó la compañía de delfines y la visita a una batea, donde un miembro de la tripulación mostró ostras, vieiras y mejillones enganchados a las cuerdas, esperando a que pase el tiempo, crezcan y se comercialicen.

Es la típica oferta para guiris y veraneantes en general, a los que no les importó que la bebida fuera un vino (del Ribeiro, dijeron) muy vulgar y sin contraetiqueta, acompañando mejillones al vapor hasta hartarse. El hacerse la foto a la entrada y el venderla luego es algo muy visto, sobre todo porque hace ya una buena cantidad de años que es la misma portada en todos los catamaranes de ese estilo, y no tuvieron mucho éxito, quizás porque su precio no era bajo.

Pero dicho eso, es de justicia reconocer la simpatía y dedicación de la tripulación a bordo. No sé si fue porque éramos muy pocos o si siempre esos hombres y esa mujer son así, pero lo cierto es que tuvieron paciencia sin límites contestando a mil y una preguntas, sonrisa, camaradería sin pasarse la familiaridad y disposición total a que el cliente pasase un rato agradable. Y puestos a destacar, el patrón se lleva la palma. Informaba por megafonía con una ilusión que parecía que era la primera vez que lo hacía, desviando el rumbo para acercarse a los delfines, animando a la gente a salir a proa, a bajar para ver caballas y lubinas papándose los restos de los mejillones que habíamos dejado.

Y hombre, si eso del vino vulgar es para hacer una mueca (seguro que si en vez de a 15 euros lo ponen a 17 o 18 los números se les tuercen) porque Galicia debe dar calidad, el trato humano es para coger aire y estar satisfechos. Y, en suma, recomendar el viaje y recomendar al propietario que no prescinda de esa tripulación tan entregada y afable.