La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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Caión (A Laracha). La gastronomía es cultura. Vale. Pero sobre todo la gastronomía es un vector turístico de primera magnitud. Ningún país, comunidad o pueblo anuncia «realmente, aquí no se come bien, mejor vaya al lugar vecino después de ver nuestros monumentos». Harto estoy de criticar que en calles como el Franco compostelano ofrezcan gran mariscada gallega a precio de broma cuando el centollo viene de Irlanda, las cigalas de casi Escocia, las nécoras de Escocia sin el casi, los gambones de Angola y el segundo plato, chipirones, de las Malvinas. Así no vamos a ninguna parte. ¿Alguien se imagina que en Francia le dieran una tableau de fromages con quesos españoles o alemanes? ¿Y que se tomase un smorredrod en Groenlandia con gambas de Indonesia? ¿O un cordero a la menta en Gales con un animalito de Marruecos?

Viene a cuento lo anterior porque me he llegado a Caión, que tiene un enorme encanto desde arriba, cuando la carretera empieza a bajar, y un nulo encanto cuando uno está dentro. Las calles de detrás de su bonita plaza son para llorar. Y al fondo, la cetaria, que ya conocía. Gente amable. Y además de algún bicho vivo que dejará de estarlo en las próximas horas, me llevo un envase de un kilo de gambas congeladas con la expresa condición de que no sean de China, desaparecidas por completo del mercado las del Atlántico (no sé por qué). «Nós non traballamos con iso, co xénero de alá», me di radical el trabajador que me atiende.

Así que me fío de su palabra, pago y arranco. Y ahora compruebo que poner claramente que el origen del producto es China. No tengo tiempo de dar marcha atrás y devolvérselo. Pero la indignación no hay quien me la quite de encima en estos momentos…