La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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De nuevo en Odense, tengo que ser sincero: el zoo, su gran zoo, no me impresionó tanto como las otras dos veces. Quizás fuera el día, con sol que se iba rápido, sustituido por nubes y en algunos momentos unas gotas, pero me pareció todo más pequeño e incluso comprimido en algunos lugares, como el territorio del tigre, o la pajarera en la que una cigüeña no podía planear. Los leones están al aire libre, pero sin espacio para andar un poco a sus anchas, y las jirafas no pueden ni hacer una carrerita. Hasta los pingüinos estaban como adormilados, y me pareció que había menos que en años pasados. Es cierto que tendemos a idealizar, y luego las cosas no son como las teníamos encerradas en la cabeza, pero te queda –me queda- la duda…

Eso sí, como siempre, había una tropa de infantes. Y es que a ellos no les resulta tan caro como a mí: son socios, y al abonarse el precio de la entrada les sale mucho mejor.

Pero salí de allí preguntándome si querría ver algún otro zoo por el mundo adelante. Quizás sí, por mi inmutable interés por los animales. Pero me queda la duda…


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