La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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Huntingdon. Lynne Reynolds ya no trabaja en la biblioteca de Huntingdon. No sé si la reconocería, pero tengo un grato recuerdo de ella, así como Jane Rose, una de sus colegas. Pero el afecto queda momentáneamente eclipsado por el lujo –no monetario- del edificio que alberga la nueva biblioteca desde hace tres años, y que no conocía.

La descripción resulta difícil. La estética podría hacerse con mucho papel y tinta por delante. Pero mucho más importante es la humana, con docenas de personas moviéndose. Y aquí está la diferencia fundamental. En España las bibliotecas son lugar de estudio, sin más, y eso queda patente no sólo en la atmósfera sino en la disposición y reparto del espacio interior. En la Europa del Norte, con Finlandia como paradigma, las bibliotecas son los puntos de encuentro locales. Ahí va todo el mundo a hablar, intercambiar un par de impresiones, dejar que los niños correteen en la medida en que los infantes daneses o británicos corretean (cosa que practican poco)…

Huntingdon es otro ejemplo de esa actividad local. Y ello demuestra que sí hay maneras de cohesionar la sociedad, conditio sine qua non para salir de la crisis sin cogerle la mano al dictador de turno. Pero exige inversión en educación. Y no hay otra.