La Voz de Galicia
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Three Horseshores Inn, en Houghton

Houghton. Algunos pubs son maravillosos. Otros, no tanto. Lo curioso es que la práctica totalidad es morfológicamente igual: todos se parecen por dentro y por fuera, semejanza decorativa que buscan con ahínco. ¿Qué varía, además de las oscilaciones propias de los precios y el buen o no tan buen hacer de la cocina de turno, por otra parte muy limitada en su concepción? El menú, casi no. La historia, sí. Algunos son de ayer y otros cargan con cientos de años, aunque en ocasiones sólo los expertos los distingan.

De manera que sólo nos queda una característica diferenciadora en unos establecimientos sin manteles que cubren las mesas, con servilletas de papel y donde cada uno se coge sus propios cubiertos: el trato. Y aí sí que las diferencias son enormes, lo cual resulta incomprensible. El de Perry, por ejemplo, presume de un trato de notable; al de Hougthon, llamado Three Horseshoes, suspenso radical.

La profesionalidad deja mucho que desear en los pubs británicos, y los asalariados que atienden la barra se dividen en tres grupos: los que saben cuál es su papel, los estudiantes bienintencionados que hacen lo que puede para sacarse unas libras (¡chapeau!) y, abundantes, los fracasos escolares puros y duros. Y no sé por qué será, pero yo me he dado con muchos en mis ya numerosos viajes a Gran Bretaña, más mujeres que hombres.

Una reflexión. Y es que me ha venido a la cabeza tras haber sufrido a la impresentable muchacha de Three Horseshoes.