La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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Red Natura del río Tambre. Decía en el post anterior que las había pasado canutas en la Fraga das Barbudas. A medida que han ido circulando las horas el susto se ha ido evaporando, pero entonces estaba todo el cuerpo (y el alma) en tensión. Cada uno es cada uno y reacciona de manera diferente en una situación de peligro. Yo nunca tengo miedo mientras estoy metido en ella. Cuando remata, las piernas no me sostienen y me entra el pánico. Bueno, es mejor eso que lo contrario.

Así que cuando llegué embarrado, con rasguños pero sano y salvo al Land Rover, arranqué y me planté en Ponte Aranga, que dista poco más de un kilómetro del inicio de la fraga. Me detuve ante el único sitio para comer y entré decidido. Entonces fue cuando entró el hambre (eran más de las tres de la tarde), me temblaba todo el cuerpo y necesitaba estar en contacto con la civilización.

Primera sorpresa: el lugar resulta más agradable por dentro que por fuera, y todavía más agradable es la gente que trabaja allí. También entra en el capítulo de lo posible que me hubieran visto con aquel aspecto deprimente, pálido y sucio. Pero el resultado es que rápidamente me dispusieron una mesa y comí de maravilla. Callos buenos (aunque no excelentes), un buen trozo de pata de cordero y un estupendo café de pota. Y muy barato. Así que una hora más tarde, ya tranquilo, con el color en las mejillas, volví a cruzar la puerta para regresar a casa. Feliz por haber descubierto ese sitio para comer al que sin duda volveré.