La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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Red Natura del río Tambre. Birthe Paulsen se ha marchado, y con ella Lena. A estas alturas debe de estar despertando en su casa cercana a Oslo. Conocí a Birthe Paulsen en 1973, cuando un español me robó en Suecia todo mi dinero y emprendí el regreso a casa en autostop y con más pelo en la cabeza que el que tengo ahora. Ella y Agnetta Salomonson, Agge, me cogieron y me llevaron a su casa alquilada por habitaciones en Lund. Y allí me quedé, castamente, con Birthe durante cinco semanas, en su minúsculo cuarto de 1,60 de ancho y poco más de largo.

Yo jamás olvido. Ni para bien ni para mal. De modo que, tanto tiempo después, Birthe sabía que tenía abierta la puerta de mi casa. De modo que se vino… ¡a hacer el Camino de Santiago desde O Cebreiro y a conocer luego Fisterra! Leyó, se documentó y caminó con sol y con las tremendas lluvias del domingo. Ella fue quien me confirmó que la gente sigue siendo muy solidaria a lo largo del Camino, que kilómetros enteros de la Ruta están sin limpiar («La culpa es de los peregrinos, que tiran plásticos», me dijo) y que, en efecto, la Ruta transforma a todos, a ella también.

Ayer cogió un avión a Madrid-Londres-Oslo y luego un tren o autobús hasta casa. Antes nos despedimos de manera tan sencilla que parece que nos volveremos a ver mañana. Antes, también, me comunicó que Agge murió hace dos años, de repente, y sentí que con ella se iba un trozo de mi juventud, esa juventud idealizada en mi primer viaje solo que acabó siendo una gran vuelta a Europa y donde me pasó (casi) de todo, incluido el estar detenido ocho horas en Estocolmo.

Y cuando veía a la alta, muy alta, Birthe Paulsen, alejarse por el aeropuerto de Lavacolla adelante pensaba que ya empiezan a notarse los años, que otros no hay llegado hasta aquí, que quizás haya sido la última vez que nos vemos. Pero no quería dejar pasar la oportunidad de agradecerle su fiel amistad, my crazy Swedish friend. Desde hace 39 años, nada menos. Muchos matrimonios no duran tanto.