La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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Red Natura del río Tambre. Tengo algo pendiente de escribir. Bueno, para ser sincero, tengo unos cuantos miles de páginas pendientes de escribir, o al menos cientos. Pero no, no me refiero a lo que arrastro, sino concretamente a la excursión que hice el domingo pasado organizada por la Asociación de Amigos de la Casa de las Ciencias, a la cual pertenezco. La idea me pareció genial: visitar con el codirector de las excavaciones las cuevas de Eirós (Triacastela) y Valdavara (Becerreá). Y allá aparecimos mi ex alumna Bibiana (que juró que yo había sido un profesor muy exigente, de lo cual no me cabe la menor duda), Paco, el inefable Prunell, Elisa, Carlos Franco, Silvia, Martín y yo. Una tropa pequeña -se lamentaban de que fuéramos tan pocos un domingo de agosto y en vacaciones, pero la democracia se construye con grupos pequeños, no con masas- que, además de formar un grupo humano que se entendió de maravillas e incluso me soportaron con la sonrisa en la boca, aprendió mucho.

Llegarse a Eirós no es para tomárselo a broma. Arturo, el guía y codirector, decía que al principio usaban cuerdas, pero que ahora era fácil. Bueno, fácil para Elisa, que es mayor que yo y trepaba que daba gusto, pero a quien firma le llegó la subida y bajada por ese sendero colgado en la montaña. Y luego, una vez vistos los magros 11 metros cuadrados de excavación donde aparecieron restos de oso de las cavernas y rinoceronte lanudo, hubo que arrastrarse como se pudo por un túnel para llegar al corazón de la cueva, a esa gran sala y a los pasillos que recorrimos con más fe que conocimiento. Claro, en el pasado también llegaron estúpidos que dejaron su nombre en las paredes, y que se distinguían de Faustino y otros que hicieron lo mismo en 1916 con excelente caligrafía, conquistando el territorio, no haciendo estupideces.

Valdavara comparte con la anterior la dificultad de acceso, aunque menor. La cueva es muy pequeña, la excavación lo luce tanto pero el interés que ponía Arturo en sus palabras despertó también el nuestro. Un hombre, cuya casa está allí cerca, utilizaba la cueva como refugio durante la represión falangista-fascista de la guerra civil.

No están abiertas al público, no están señalizadas, no se pueden ver. Por eso fue una excelente oportunidad. Hice 404 kilómetros baqueteado en el Land Rover, pero juro que mereció la pena.