Moussy le Veiux. Hay dos cosas que me asombran en Francia, además de que Meteo France siga sin dar una y hoy también se haya equivocado en la previsión del tiempo nada menos que en París, no en un pueblecito perdido.
La primera son las colas. Los franceses, como pueblo aparentemente educado, hacen cola para todo. Pero a la brava. ¿Todos? Por supuesto que no, pero arrear con el niño para delante es habitual en las madres, o decir intentando pasar «perdón pero voy con ese», tres cuartos de lo mismo. Y cuando uno le responde: «Pues si va con ese, que él vaya para atrás con usted, no usted con él por delante de mí» se quedan asombrados. En los menores es igual, y Martín tuvo dos trifulcas que solucionó como hay que solucionarlas llegado el caso, con testosterona. ¡Ah! Y no me hablen de los numerosísimos inmigrantes: no he visto a uno solo colarse, sino a galos-galos. ¿Para qué hacen los franceses cola?
La segunda cosa que me llama la atención es lo bárbaros que son con los pasos de cebra. Desde luego, se respetan mucho más en Lugo o en Vilagarcía que aquí. Si hay semáforo y mucha gente, pues más o menos no hay grandes problemas. Pero si no lo hay, encomiéndese a su santo de cabecera porque esté en París o en pueblo de mil habitantes el riesgo es el mismo.
Decía dos pero, al escribir, me doy cuenta de que son tres. Todos saludan y dan las gracias. En eso dan gusto. Pero tan sólo un par de conductores me han hecho un gesto de complicidad cuando les he cedido el paso o les permití integrarse a la carretera.
Francia, desde luego, ha perdido educación.
Ya nada es lo que era, ni siquiera los modales. Buen viaje!