La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
Seleccionar página

Morás. Ayer me ha dado por ahí y me llegué a Morás, esa pequeña aldea de A Mariña lucense con sencilla y bonita iglesia, y famosa porque de su puerto salían sus bravos hombres buscando ballenas cuando las ballenas no eran especies protegidas porque abundaban Cantábrico adelante. Siempre le tuve cariño a Morás y mucho respeto al gran islote cercano, Ansarón (Sara Carreira, coordinadora de Al Sol en este periódico, me llama para preguntarme si se dice Ansarón o Sarón. Pues de ambas maneras, e incluso en la bibliografía aparece con los plurales). Me da la vena literaria y escribí la pequeña ruta que hice y que hoy publico en Al Sol (de ahí la llamada de Sara, siempre preocupada porque las cosas salgan exactas y correctas). Se trata del último trozo más o menos salvaje (entre comillas, claro) que queda en esa zona norteña de Lugo, y así debe permanecer, sin AVEs, autopistas ni zarandajas. Acabé de escribirlo, lo mandé (esto de internet y los móviles es una maravilla) y me entró la morriña. Cosas de la edad. Se acaba agosto, se acaba la sección de Al Sol y, por lo tanto, se acaban las rutas que publiqué en ella. Obviamente, hay otros espacios, pero eso quiere decir que se acaba el verano. Le pregunto a una señora ya mayor, de esas de mandil y pañoleta negra, qué tal fue el estío por aquí. «Non hai moito peixe», me responde, demostrando que ella va a lo suyo y que lo suyo es lo importante. No habrá, pero a la vuelta de Ansarón me cruzo con un pescador que lleva una dorada impresionante. Lo dicho: me da la morriña y me voy a pasear por la playa de Esteiro.