La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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Carnota. Mi compañero Manolo Martínez Barba me había hablado hace años de otro Manolo: una casa de comidas justo en la curva que despide la playa de Caldebarcos, entre Carnota y Ézaro. Por mil y unas razones siempre relacionadas con la dictadura del reloj jamás había parado allí. Acabo de hacerlo con la sensación de que tenía que saldar una deuda.
Buena acogida en un bar vulgar, con dueño buen conocedor de lo que vende y camarero de sobresaliente en amabilidad y diligencia.
Fue casa de comidas abierta hace casi 50 años, pero el comedor, remodelado hace una década, es de restaurante, muy cuidado, curioso en algún elemento decorativo pero con ornamentación siempre equilibrada, 12 mesas cuadradas y una grande circular pegada a la ventana de la misma forma y que tiene el valor añadido de las excelentes vistas sobre el arenal y el mar. Sitio, en suma, con personalidad. La música, ni baja ni alta, de fondo, canciones no estridentes de los años 80 y 90 del siglo pasado.
El personal viene aquí a por el marisco y el pescado, ya que el Manolo es famoso por sus caldeiradas. Doy fe de que son abundantes, bien presentadas y se lleva, como nota final, un notable alto. Recomiendan incluir en ella el pinto, aunque, por su carne con un toque gelatinoso por ser pescado más de roca, no lo incluyo entre mis preferidos.
Y un detalle que le honra y que demuestra que el marisco no tiene por qué ser caro: promociona los (excelentes) berberechos a la plancha.
Los postres, en fin, caseros.
Resumen: un sitio para repetir.