La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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Santiago de Compostela. Y del cóctel del Hostal de los Reyes Católicos a la comida de ayer en «O Dezaseis», el restaurante oficioso del nacionalismo gallego que se precie. Allí manduqué con los representantes de casi todas las oficinas españolas de turismo repartidas por el mundo y algún autóctono de la Xunta y similares. Borja Bedoya, el representante de la de Irlanda, había cambiado el impoluto traje del día anterior por una ropa absolutamente informal hasta el punto de que no lo reconocí al momento. Takako Shige, 37 años, japonesa, alta como ella sola y elegante arrastraba miradas, furtivas o no, cuando se levantaba. El representante de la oficina en Bélgica, un tipo muy agradable que lleva dos décadas en el país europeo y que afirma que Bruselas no es una ciudad aburrida si conoces los garitos que conoce él, hizo multitud de viajes al exterior aparentemente para tirar de pitillo. El de Canadá resultó hacer bueno el dicho de que las personas grandes son bonachonas. Gran sorpresa al hablar con la representante de la oficina de Düsseldorff, ciudad alemana donde lleva muchos años: es de Ortigueira, habla perfectamente gallego y tiene un acento autóctono puro-puro. Encorbatado apareció Jesús Pereira, el director general de Turgalicia, pero todo el mundo andaba con aspecto de guiri por Santiago adelante, rebosando felicidad por la excelente foto publicada en la edición santiaguesa de La Voz de Galicia. Y eso es importante, porque viajeros de calidad como esos le hacen falta a Galicia, y que se marchen contentos es, simplemente, fundamental.

Pero a lo que iba, a la comida. Nunca salí encantado (tampoco bufando) de «O Dezaseis», pero esta vez tengo que admitir que me marché satisfecho, ahíto y hasta feliz: muy buen pulpo a la plancha con patatas de sobresaliente, la empanada no la probé por aquello de la alergia a la cebolla (no tenía una pinta maravillosa, pero yo de empanadas no entiendo nada), la omnipresente Mariña Bello se descolgó con un revuelto con gambas (será para mantener la línea, digo yo) y el resto nos dedicamos a la dorada, a la sal o «á grella» (sensacional) o bien al enorme entrecot muy bien presentado y de una calidad superior. La tarta final no merece igual calificación, y el café, de pota, bueno pero cargado. O sea, que volví a pecar: despierto hasta la una y pico.

PD/ Por cierto, la foto de familia adjunta fue tomada en el Hostal de los Reyes Católicos. Una tropa legal. Que lleven buen viaje de vuelta y que hablen bien de nosotros. Del País.