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Sobrado dos Monxes. Publico hoy en La Voz de Galicia, dentro de la sección Al Sol, un pequeño artículo sobre Sobrado dos Monxes, municipio coruñés que, curiosamente, recibe un turismo selecto y tranquilo a pesar de que su alcalde carece de interés alguno en el tema (no tiene este blog como misión aprobar o suspender alcaldes, pero lo de Sobrado clama al cielo).
Por esas tierras voy mucho desde que hace cinco décadas el padre Cid llevó adelante con tesón y cabezonería la reconstrucción del monasterio, entonces meras ruinas. Mi propio padre, hombre solidario, colaboró en su humilde medida con él. Luego conocí a un religioso joven y hoy no tanto, claro, con el que mantengo una muy cordial relación. Los de la Asociación de Periodistas del Camino de Santiago celebramos unas jornadas entre sus paredes. El colegio local colaboró después en una iniciativa con esa asociación, que presido. En mi vida se cruzó después -en el mejor de los sentidos, porque fue una gran suerte- Soledad Pereira, gran conocedora del cenobio y sus gentes. Qué se yo… Muchas razones para volver reiteradamente al lugar.
A todo eso hay que sumar mi más o menos reciente descubrimiento de la Casa do Queixo, no lejos de la comunidad religiosa. No voy a repetir lo que digo en el periódico, pero sí quería dejar claro no mi afecto por Ángel y su mujer, los dueños de ese establecimiento original y de calidad a quienes he tratado muy poco, pero sí mi admiración por ellos: trabajando sin descanso han fundado tres sociedades en el corazón de Galicia, y en ellas se dejan el tiempo y el alma. Son de esas personas que llevan al país en el corazón y le dedican todo su esfuerzo. ¡Eso sí que es ser gallego!
Aparte de la belleza del entorno que ofrece Sobrado dos Monxes, de sus paisajes y gastronomía, quisiera destacar la importancia de su Monasterio. Mi abuelo Francisco Dotras Lamberti y su mejor amigo, Moncho Corredoira, tuvieron la oportunidad de plasmar su arte en las paredes de la segunda sacristía y en el refectorio. Los frescos pintados hace ya unos 30 años, ofrecen una visión ideal de la Sagrada Forma, unos querubines y unos monjes encapuchados que causan, o al menos causaban, gran impresión a quien los contemplaba. Es una pena que la humedad del lugar y la falta de conservación hayan estropeado tal maravilla, y en un lugar tan místico.
También me acuerdo de la pesca en la laguna, propiedad de los monjes, donde mi abuelo pasaba las horas esperando a que los peces picaran su anzuelo. Y tanto que picaban…
Una zona de Galicia digna de visitar.
Cuenta con que en mi próxima visita te informaré de cómo están esas pinturas.
Amigo Cristobal:
Mi nieta Renata me comentó lo que hablais de Sobrado dos Monxes.
Algo voy a añadir. El «religioso joven» sera, calculo yo, Salvador Toro, que fue el prior muchos años. Todavía sigue ahí de jefe de estudios.
Yo, además de pintar las paredes y pescar en la laguna, colaboré con ellos en la fábrica de mermeladas, en la vaquería y en cuanta promoción emprendían para aumentar sus apretados ingresos. Y todo con la esperanza de que ayude a salvar mi alma,un tanto negra por la coyuntura actual, escasa de espiritualidad.Si quieres saber mas cosas de Sobrado no dudes en preguntarme o en que charlemos. Te puedo contar incluso aventuras de la perra policía del Padre Cid, a la que llamaba Laika, en homenaje a la primera astronauta canina. Abrazos. Paco Dotras.