La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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Samso (Dinamarca). El reencuentro con Kim Bredssdorf está teñido de amistad y de nostalgia. No por el tiempo pasado que ninguno añora, sino por los momentos perdidos que nunca existieron porque casi 4.000 kilómetros nos suelen separar (excepto cuando se va a la India, que entonces suman muchos más). La comida-merienda-cena (empezó a las 5 y acabó a las 8.30) se ha hecho corta para dar un repaso. «Te voy a nombrar mi diccionario personal». Y es que Kim lo sabe todo de Samso, y tanto habla de los ahora inexistentes refugiados bosnios como de los chicos (no siempre fáciles) con que trabaja, además de llevar su tienda de curiosidades junto con su mujer.

Kim condensa el espíritu de Samso: visión de futuro, impulso, energía… Yo tengo el convencimiento de que morirá con las botas puestas, quizás porque algún espíritu africano decidió invadir su alma durante su período en Guinea Bissau.

Samso es una isla con una pirámide de población avejentada en la que cada año nacen 25 niños, atendidos por «dos matronas y media», bromea Kim (la media es porque trabaja a media jornada). Tres médicos se encargan de la salud general de los 4.100 habitantes, y un policía, de su seguridad. Unos 130 clubs los agrupan. Varios miles de visitantes (casi todos alemanes) los visitan cada año por aquello de pasar las vacaciones en una isla de energía limpias. Pero penetrar en su tejido social sin una mano amiga resulta, sencillamente, imposible. Kim Bredsdorff es mi mano amiga. Y sólo puedo tener para él palabras de agradecimiento.

Posdata: la casa que se intuye en la foto, gran salón, tres dormitorios, jardín de 1.600 metros, con campo de juegos para niños, a 100 metros de la playa, en temporada alta, incluyendo seguro de anulación, limpieza final, etc., por 500 euros a la semana. ¿Alguien sigue diciendo que Galicia es barata?