La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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A Coruña. Tras haber vivido 23 años y pico en A Coruña, no soy de los que siente morriña por las ciudades. No es que sean mejor o peor que nada, sino que prefiero la amplitud de horizontes del mundo rural. Una manía como cualquier otra, vaya, que uno también las tiene. Pero no me resisto a dar una vuelta una vez al mes por la plaza de Lugo coruñesa. O sea, por el más popular de los mercados herculinos, que si bien es cierto que perdió grandiosidad con la última y reciente reforma también lo es que ha ganado en higiene, en modernidad, en comodidad.

Hace muchos años que conozco a Isabel, que sigue en su esquina vendiendo día tras día un marisco excepcional. Como la relación bilateral viene de viejo, al final me hace un precio interesante. Si a ello se le suma el que ese precio siempre es más bajo que en Santiago (y que nadie me pregunte el por qué), la conclusión resulta obvia: jamás me voy con las manos vacías.

Lo que sí ha perdido el enclave es espectacularidad, porque antes sumaban centenares o quizás miles los turistas que a lo largo del año subían unos escalones para obtener mejor perspectiva y logar una foto bonita, con las banderolas del Deportivo colgando aquí y allá. Eso, repito, se ha perdido. Así que procede recuperar el valor turístico de la plaza de Lugo. ¿Cómo? Potenciando su nombre y sus tesoros en forma de pescados y mariscos en golletos, guías y blogs. Como yo estoy haciendo ahora mismo, vaya. Y gracias, Isabel.