A Coruña. Tras haber vivido 23 años y pico en A Coruña, no soy de los que siente morriña por las ciudades. No es que sean mejor o peor que nada, sino que prefiero la amplitud de horizontes del mundo rural. Una manía como cualquier otra, vaya, que uno también las tiene. Pero no me resisto a dar una vuelta una vez al mes por la plaza de Lugo coruñesa. O sea, por el más popular de los mercados herculinos, que si bien es cierto que perdió grandiosidad con la última y reciente reforma también lo es que ha ganado en higiene, en modernidad, en comodidad.
Hace muchos años que conozco a Isabel, que sigue en su esquina vendiendo día tras día un marisco excepcional. Como la relación bilateral viene de viejo, al final me hace un precio interesante. Si a ello se le suma el que ese precio siempre es más bajo que en Santiago (y que nadie me pregunte el por qué), la conclusión resulta obvia: jamás me voy con las manos vacías.
Lo que sí ha perdido el enclave es espectacularidad, porque antes sumaban centenares o quizás miles los turistas que a lo largo del año subían unos escalones para obtener mejor perspectiva y logar una foto bonita, con las banderolas del Deportivo colgando aquí y allá. Eso, repito, se ha perdido. Así que procede recuperar el valor turístico de la plaza de Lugo. ¿Cómo? Potenciando su nombre y sus tesoros en forma de pescados y mariscos en golletos, guías y blogs. Como yo estoy haciendo ahora mismo, vaya. Y gracias, Isabel.
Se muy bien que la historias del marisco que compra Cristóbal ni es pretensión ni trata de motivar que pongamos dientes de lobo. Lo cuenta muy bien y demostrando las cualidades de un buen degústador de calidad, más que de cantidad, que suelen ser los mejores.
No obstante, parece que el autor del buen comentario, se desliza un poco en ensalzar a su amiga Isabel, a la cual hace ya muchos años que le surte del marisco, que suerte poder tener esas amistades. No obstante, a pesar de gustarle la amplitud, el campo amplio, más o menos lo rural, en este se suelen comprar los mejores lacones y chorizos, manjares considerados como a más directa competencia del marisco.
En ello precisamente se distinguen, cuando menos dentro del sector que puede tener la suerte de poder satisfacer esos placeres, quienes son de la costa de los que les tocó pertenecer a la grey del interior. Al margen de todo esto, buen trabajo chaval.
No, si el marisco me encanta, pero me apunto a la laconada cuando sea menester. Un abrazo, Víctor.