La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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Faro de Laxe. Aprovecho para ir a uno de mis muchos lugares preferidos de la Costa da Morte: el faro de Laxe, donde, prismáticos en mano, hace cerca de 30 años que estuve por primera vez con mi amigo Lalo (curioso: sigue siéndolo), con su mujer Rosa (curioso: sigue siéndolo también) y con mi ex mujer (nada curioso: no sigue siéndolo).

Desde entonces volví unas cuantas veces, sobre todo en verano. La península donde se asienta el faro ha sufrido pocos mordiscos del feísmo. Se define como una planicie siempre batida por el viento, con matorral y pino bajo. Las vistas a babor y estribor son, como mínimo, impresionantes, con las olas inundando el cuadro con sus pinceladas blancas, rompiendo contra los tremendos acantilados de punta Roncudo por un lado y las aristas graníticas de Camelle y Arou por otro.

El faro en sí no es gran cosa, pero, ¿a quién le importa eso? Hay que prepararse para disfrutar, porque hasta el área de descanso con mesas y bancos ha sido tan bien diseñada con los muros levantados siguiendo la tipología castreña que sólo puede calificarse de magnífica. Y está muy limpia, por cierto. ¿Viento? Amigo mío, esto es la Costa da Morte pura y dura. Sin viento no se le podría otorgar la matrícula de honor que se merece.