Otro comienzo memorable lo constituyen los párafos iniciales de El corazón de las tinieblas, esa prodigiosa novela de Joseph Conrad. Zarpamos con Marlow de los muelles de Londres con rumbo a la selva, donde nos aguarda Kurtz:
«La Nellie, una yola de crucero, giró sobre el ancla sin el menor movimiento de las velas y quedó inmóvil. Había subido la marea, apenas soplaba el viento y, puesto que se dirigía río abajo, sólo le quedaba fondear y esperar al cambio de la marea.
El estuario del Támesis se extendía ante nosotros, inicio de una vía fluvial que no parecía tener fin. En la distancia, la mar y el cielo parecían soldados y sin fisuras, y en el espacio luminoso, las velas curtidas de las gabarras que, con la subida de la marea, se dirigían río arriba semejaban inmóviles racimos de lonas rojizas y puntiagudas, entre los que brillaba el barniz de las botavaras. La bruma descansaba sobre las tierras bajas y completamente llanas que descendían, disipándose, hacia la mar. Sobre Gravesend, el aire era ya oscuro y algo más allá parecía condensarse en la lúgubre oscuridad que cubría, inquietante e inmóvil, la mayor y más importante ciudad de la tierra».
(Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas, traducción de Amado Diéguez para la editorial Santillana)
P.D. He encontrado también esta otra traducción de Ediciones del Sur, que tal vez redondea algo más el remate de esa última frase: «La oscuridad se cernía sobre Gravesend, y más lejos aún, parecía condensarse en una lúgubre capa que envolvía la ciudad más grande y poderosa del universo».
La versión que poseo yo (de Alianza Editorial) dice:
«El aire sobre Gravesend era oscuro y un poco más allá parecía condensarse en una lúgubre penumbra que se cernía inmóvil sobre la ciudad mayor y más grande de la tierra».
Creo que me gustan mucho más las dos traducciones que citas. Eso de «el aire sobre Gravesend» no me gusta mucho, ahora que las comparo.
Es curioso, Jordi, cómo varían las traducciones en apenas unas líneas. Es mejor no imaginarse lo que puede suponer la suma de todos esos pequeños cambios en todo el libro. Un abrazo.
Ya se sabe, tradutore traditore…
Uno de mis mejores experiencias literarias, sin duda, esta obra de Conrad. Y también cinéfilas.
Saludos.
Conrrad me enseñó a ver el mar como un camino y no una frontera. Un pasaje lleno de experiencias y aventuras ignotas. Sobre el se deslizan las quillas de los bajeles fantasmas, las leyendas marinas y los avatares de la vida. El mar como elemento natural inmensamente poderoso nos enseña a ser humildes y en ese sometimiento liberador a el nos sumamos encontrando la fuerza del hombre primigenio. El mar es la medida de los seres humanos que es otra manera de expresar las palabras de otro marino Existen tres clases de hombres; los vivos, los muertos y los que se hacen a la mar. La jerga compartida con mis camaradas navegantes me unió también a Conrrad. Las brazas, las escotas, las drizas, los amantillos… templando y largando, trimando y cazando como si mi cuerpo formara parte de la tablazón y la jarcia de labor. Mi entidad y mi barco, solos en la inmensidad oceánica. Fundido con aquella y enredado en las historias de los que nos precedieron, viví la alegría de navegar hacia poniente sintiendo entorno a mi el mar palpitante como un corazón abierto…