por Luis Pousa | Ago 4, 2015 | Diario de un rostro pálido
El todo incluido es la versión humana, algo refinada, eso sí, de esas granjas de cría de pollos en las que los animalitos, picotea que te picotea, van inflando e inflando hasta el calambrazo final. Nada más llegar al todo incluido te anillan, como a los pollos, con una pulserita verde chillón para que si te pierdes por la isla te facturen con destino al complejo hotelero cinco estrellas. En el resort caribeño, alambrado hasta el cielo para que no entren los lugareños, no te ceban con pienso industrial, sino con mojitos y coctelería variada, mientras el turista occidental, estabulado en la tumbona, perdida ya la facultad del habla, se limita a levantar la mano de la pulserita cada treinta minutos clavados para que le traigan otra ginebrita con limón, que es muy refrescante, y como hay mucha humedad en el aire no se te suben las copas a la … Seguir leyendo
por Luis Pousa | Ago 3, 2015 | Diario de un rostro pálido
Asoma agosto la patita por debajo de la puerta, como aquel lobo feroz y algo travelo que acosaba a los cabritillos, y la santa espera al oficinista con la recortada en una mano y la lista de arreglitos pendientes en la otra. El veraneante, que ya empieza a añorar el café laxante del currelo, suda solo con leer la lista, que no es la de Schlinder, pero casi. Pepe Gotera baja abatido al trastero a pillar la maldita caja de herramientas mientras la parienta, implacable, todavía añade al papelorio unas obras menores: pintar la casa, alicatar los baños y, ya puestos, cambiar la tarima flotante del cuarto del abuelito. El tipo, con la llave inglesa entre los piños y los ojos supurando como la niña de El exorcista, solo acierta a murmurar: cari, bonita, dile a los nenes que se me bajen de la chepa, que con tanta … Seguir leyendo
por Luis Pousa | Ago 2, 2015 | Diario de un rostro pálido
El anticiclón tiene efectos devastadores sobre la percepción del riesgo de algunos varones de la especie Homo sapiens. El machote, con los primeros sudores, se viene arriba y piensa que vuelve a tener veinte tacos y que todavía es capaz de sacar músculo delante de las churris. Sería cuestión de seguir al cincuentón recién divorciado, escoltado por unos antropólogos, en plan documental de la BBC, y estudiar el comportamiento del maromo en verano, que es su época de apareamiento favorita. El cachimén, inflamado por las brisas africanas y con la testosterona desbordando la tapa del cráneo, lo mismo se casca un maratón de 36 horas de futbito playero que conduce a 180 por una corredoira para fardar de cilindros o que trepa hasta el último chirimbolo del acantilado para hacer el salto del ángel sobre las olas acuchilladas por los cantiles. El pecholobo, claro, acaba desvertebrado sobre las rocas, … Seguir leyendo
por Luis Pousa | Ago 1, 2015 | Diario de un rostro pálido
En verano la tele se pone plana. Y no me refiero a que el cacharro de tubo que heredamos del abuelito se transforme de golpe en uno de esos artilugios molones de plasma de cincuenta y pico pulgadas. Qué va. Lo que pasa es que esas cadenas mesetarias, madrileñas y madridistas consideran que el cerebro, al contrario que los demás materiales, no se dilata con el calor, sino que se achica, según la técnica de reducción de cabezas de los jíbaros. Por eso estos programadores centralistas nos asestan una parrilla remendada con largometrajes de Cantinflas, Joselito y Marisol. Y corazón, mucho corazón, deluxes, sálvames y demás purines, hasta que el espectador, obturadas las arterias cerebrales por los dimes y diretes de tantos jorgejavieres y belenes, cae en el encefalograma plano y ya solo se oye ese pitido de fondo que no sabemos si es el televisor mal … Seguir leyendo
por Luis Pousa | Jul 31, 2015 | Diario de un rostro pálido
Hay que desconectar, espeta, el veranito es para desconectar. La coña —o la paradoja, que suena más finolis— es que el pijolas que nos insiste mucho en eso de que hay que desconectar es el mismo que para irse a la casita rural con encanto, agazapada junto a una fervenza de postal en medio de la nada más absoluta, se asegura primero de que las pallozas del lugar sean enxebres, sí, pero que tengan wifi a 300 megas y cobertura 4G. Porque, para desconectar, el urbanita aterriza en medio de las leiras con su todoterreno guiado por Google Maps, aunque el paraje caiga a un escupitajo de su dúplex de la periferia, y lo primero que hace, antes incluso de bajar a la suegra para que se airee, es comprobar que furula el iPad, que en las aldeas ya se sabe. Y así, para quedar desconectado del todo, se … Seguir leyendo