Ítalo Calvino, maestro en el dificilísimo arte de deslizarse por el filo de la navaja de la realidad, descubrió extraños y portentosos usos de las palabras que nadie había soñado con antelación. Es el caso, por ejemplo, del adjetivo demediado, para el que se inventó un personaje, el vizconde Medardo de Torralba, al que le colgó del cuello el adjetivo y una de las más hermosas historias jamás escritas (y escrita, perdón por la redundancia, cuando ya el mundo enfermaba del mal de no saber si se podía escribir algo más). Al vizconde le voló la mitad del cuerpo una bala de cañón turco y así nació el uso de la palabra demediada que ahora, triquiñuelas de la mente, se me sube a las neuronas al escuchar las mil y una conversaciones demediadas que escupen, en la cabina del bus número siete, quienes parlotean sin pausa por los teléfonos móviles.
Cuentan que Apollinaire pegaba retazos de conversaciones que escuchaba en el café para componer los collages de sus poemas. Ahora los poemas automáticos se escriben solos enlazando los fragmentos de las charlas telefónicas que se entretejen sin pausa, absurdas, surrealistas, dadaístas incluso en su afán por reducirse a cruces de monosílabos. Apollinaire hoy le mandaría mensajes por el móvil a la chorba, que mola más, porque el SMS va borrando letras de las palabras y soltando muchas kas, unas letras que ya desde Grecia tienen tufo y fonética de rebelión.
Sólo escuchamos el cincuenta por ciento de esta poesía ultraísta, porque el resto se queda empantanada en el aire de julio dibujado tras los vidrios, donde retumban las melodías de los móviles polifónicos (que no es lo mismo que poliorgásmicos, pero casi). Así, el bus se rinde un poco al dodecafonismo y al azar, ese fabuloso engranaje de las coincidencias capaz de acoplar el mugido de una pala mecánica que horada el asfalto con los acordes de Clocks, de Coldplay, que estalla en un móvil del último asiento del siete.
Las palabras encarnan los pensamientos que brotan del cerebro. Los investigadores de nuestro órgano más misterioso usan el ambiguo concepto de la plasticidad para explicar alguna de sus insospechadas cualidades. Ayer me contó un eminente medico que a lo largo de su vida profesional ha tratado a mas de veinte mil niños con problemas cerebrales, el caso de una niña que había sido privada de casi todo un hemisferio para sanearle un tumor. A las pocas horas desayunaba tranquilamente y nunca se le detectaron secuelas. Su cerebro demediado como el cuerpo del vizconde funcionó con normalidad pues poseía recursos y reservas para tomar el relevo de las zonas cerebrales desaparecidas. Yo le conté una historia que vivió un amigo en su infancia. Una patada de un caballo abrió el cráneo de una niña en la Sierra de Cazorla. Su abuelo medico rural reunió y reintrodujo parte de la masa encefálica en el cráneo usando su propia lengua. Una parte importante del cerebro se perdió. Aquella niña acabó disfrutando de una vida totalmente normal. Creo que nuestro portentoso órgano precisa un rosario turco que lo libere de su propio potencial. Precisa de un mantra que le permita la descarga catártica rodeándose de un ruido o de un monótono mantra que ocupe en algo nuestro infrautilizado pensamiento. Esta abrumadora potencialidad de la meditación en la mayoría de los casos nos asusta y nos quedamos con la futilidad de la sonoridad monótona de una rueca que hila e hila si llegar a desmadejar nunca el ovillo.
Las palabras amputadas componen mensajes pobres y la mayoría de los casos innecesarios. Solo son nuevamente cuentas del rosario. Para otros sin embargo no esconden lo importante: la reflexión de lo que seríamos si nos atreviéramos a tomar conciencia aunque solo fuera en parte, de nuestro demediado potencial
Bienvenido, Prometeo, a estos Farrapos de Gaita. Ciertamente, si solamente utilizáramos nuestro demediado potencial, podríamos hacer cosas prodigiosas… La lástima es que, al contrario que los ejemplos que citas, algunos individuos no demediados (es decir, teóricamente en posesión del cien por cien de sus neuronas) no alcanzan ni la mitad de inteligencia vital que esos niños que mencionas que, afortunadamente, y a pesar de esas zancadillas que a veces nos coloca el azar, pudieron tener una biografía plena.
Vivimos en un mundo demediado, aturdido, anestesiado a veces, pero, qué demonios, también entrañablemente hermoso, y del que en ocasiones podemos disfrutar con poner en funcionamiento sólo un par de neuronas y dendritas (o como se llamen, se me olvida ya la biología del COU).
Un fuerte abrazo de este cráneo demediado.
Muchas gracias Luís por tu bienvenida. Es para mí un honor
Continuando con el asunto:
Deleuze se refiere a las imágenes y sonidos que emplean los animales -y también los hombres- en su relación con el territorio
La repetición de una melodía o una nota nos sirve de apoyo para pensar en nuestra experiencia musical -pensar musicalmente, por decirlo así-, nos da una especie de base a nuestra experiencia vital. En su periodo atonal, Schönberg y sus discípulos intentaron, en vano, crear una música sin repetición. La razón quizás sea porque necesitamos un territorio de sonidos repetitivos (y la atmósfera que éstos crean) para poder pensar.
Este, por encima de la limitada concepción moderna de la posesión, es nuestro verdadero territorio. En tu caso no solo el escaso espacio de un bus de linea, sino el todo donde se enlazan los demediados e incomprensibles politonos.
Impresionante historia la de Sierra de Cazorla, ¿Pero de dónde sacas todas esas cosas? Hay que reunirlas. Y esto me recuerda una gestión pendiente, que todavía no he hecho, pero que arreglaré en cuanto llegue.
Lujazo de comentarista el que te ha llegado, Luis!
Efectivamente, Paco, ¡creo que este comentarista de lujo me desborda con sus notas a pie de página!, porque esa historia de la sierra de Cazorla, Prometeo, es como para dedicarle no ya un post, ni siquiera un cuento, sino una novela entera. Coincido contigo en que, al final, somos un poco cazadores de atmósferas en esos territorios limitados (o en su caso ampliados) por los que deambulamos cada día, incluido el humilde y entrañable bus urbano. Un abrazo a todos y gracias por dejaros caer por esta madriguera.