A Camilo José Cela (Iria Flavia, 1916-Madrid, 2002) sus críticos le clavan en el espinazo dos grandes sambenitos: el desmesurado engorde de un personaje público que acabó por devorar al autor, sobre todo tras la concesión del Premio Nobel en 1989; y, fundamentalmente, el carácter disperso de una obra en la que, aseguran sus detractores, resulta difícil encontrar una novela en el sentido estricto del término. Sin embargo, incluso aceptando estas discutibles premisas como punto de partida, la prosa de Cela alcanza una altura excepcional en la literatura española de la segunda mitad del siglo XX, y si aparcamos por un instante las boutades que tanto gustaban al escritor gallego y prescindimos provisionalmente de catalogar sus textos narrativos, lo cierto es que nos encontramos ante un literato extraordinario que mimaba cada párrafo de forma exquisita, hasta bordar aquello que Julián Marías llamaba «calidad de página». A Cela puede que le sobren algunas páginas. Pero también le sobra calidad de página, como prueban estos seis títulos seleccionados como glosa y antología de una obra cumbre en las letras españolas.
Con la publicación de La familia de Pascual Duarte en 1942 el autor de Iria Flavia asesta un machetazo sin precedentes a la grisona literatura de la posguerra. En esta novela corta y devastadora Cela muestra sus mejores armas: un magistral manejo de los registros, que le permite pasar en una sola línea de la mayor crudeza a la ternura absoluta, y una voz propia que le valió la acusación de describir una España de «coñac, moscas y putas». Frase que él, claro, convirtió en un lema.
Cela publica en 1948 su gran libro de viajes: Viaje a la Alcarria, uno de sus títulos más celebrados y, por qué no decirlo, accesibles. Con una prosa directa y cuidada, el escritor relata sus andanzas por tierras de Guadalajara, haciendo una auténtica exhibición en un género escasamente cultivado en lengua española.
OBRA CORAL
No faltan el coñac, las moscas y las putas en su segunda gran novela, La colmena, de 1951. Poco se puede contar ya de este libro, que el crítico norteamericano Harold Bloom incluyó como el mejor del autor en su famoso Canon occidental. Obra coral, que exigió la inclusión como apéndice de un abultado censo de personajes como guía para el lector, retrata prodigiosamente la posguerra y sus miserias. De hecho, en la reedición de 1962 Cela llega a afirmar en el prólogo: «Este es un libro de historia, no una novela».
Hace ya medio siglo, en 1959, sale a la luz el primer tomo de las memorias del prosista de Iria Flavia: La rosa. Considerada por algunos como su obra maestra, La rosa podría ser la gran novela gallega de Cela, solo que no es una novela, sino una entrañable crónica de su niñez en Galicia.
Ya en 1969 publica la que tal vez sea su mejor narración: Vísperas, festividad y octava de San Camilo del año 1936 en Madrid, una novela de desbordante originalidad en la que plasma los tres días en que se desató la Guerra Civil. La incorporación de técnicas como el uso de mensajes publicitarios insertados en medio del relato y la estructura sin puntos y aparte anticipan el afán experimental que adquiere su narrativa en los setenta. El título emblemático de ese período es precisamente: Oficio de tinieblas 5 (1973). Ya en la primera página el autor confiesa: «Naturalmente, esto no es una novela sino la purga de mi corazón». Y, a partir de ahí, se derraman sobre el texto los 1.194 fragmentos (él habla de «mónadas») que componen este experimento sin inicio, ni nudo, ni desenlace. Una obra inclasificablemente hermosa.
*Texto publicado hoy en el suplemento Culturas de La Voz de Galicia.
A los genios a veces se les pueden excusar determinadas «boutades», bueno, en época de escazez de tales, casi podríamos afirmar que por decreto debieran perdonársele todas. ¿O no?.
Demonios!!! Yo siempre he sido bastante de Cela, a pesar de haberse deborado a sí mismo y su servilismo cobarde. Por eso mismo me dolió como en algunos artículos, a raíz de su muerte, escritorzuchos subvencionados por la Xunta, hacían sangre de un escritor tan notable.
En aquellos artículos, digo, esgrimían como Cela era el mismo anticristo sencillamente por escribir en Castellano. Que ya se sabe que ese idioma carnívoro lo inventó Franco.
Me hizo gracia, y también me dió un poco de pena, comprobar como el provincianismo más cateto se fijaba simplemente en ese dato (que cela escribía en Castellano) para demonizarlo, cuando existen un montón de sombras en su vida que darían para debates mucho más sesudos.
Que si no escribes en gallego, no eres de su equipo y tal y cual pascual. Esas cosas del mundo literario.
Nada más, que pasaba por aquí.
Un abrazo fuerte.
He intentado recordar qué fue primero, si el Cela de «la Colmena» o el Cela mediático; no acabo de tenerlo claro, pero sí recuerdo que me gustaba su aspecto mediático, me caía bien. Pero es bueno que el tiempo ponga las cosas en su sitio, es bueno que el que ese personaje vaya desvaneciéndose para dejar paso a la persona y al autor.
Saludos.
Me fue imposible leer MADERA DE BOJ, comencé y terminé casi en la misma página.
Esto no quiere decir nada más que lo que dice, está claro quién fue Camilo José Cela y a quien no le guste que le ponga sal o que pida otra cosa.
Un día, viajaba de vigo a Santiago en mi coche. Iba por la antigua carretera nacional. Pasé Padrón, el Sar y la alameda, Bastabales allí a lo lejos, en la colina, con sus campanas que Amancio me cantó, cerca Laiño (donde chove miudiño), tierra de Eusebio Lorenzo Baleirón y de su Hija, Flavia.
Paré delante de la iglesia de Iria Flavia, bajé del coche, me acerqué a un árbol del cementerio (creo que es un olivo) y a sus sombra había una gran losa de granito con un simple nombre grabado en ella.
Sentí entonces un gren respeto por quién tuvo dentro de la cabeza la capacidad de escribir hacia afuera las cosas del otro lado, las cosas que estan detrás de las cosas, por mucho que a mí me fuera imposible leer MADERA DE BOJ.
Y de paso, aumentó mi animadversión (un tanto absurda, lo reconozco racionalmente del mismo modo que la siento irracionalmente) por Marina Castaño.
Saudos, Luis.