Quince kilómetros de atasco por delante hasta la playa atiborrada, el aire acondicionado del coche que ya no da para refrigerar los 40 graditos que despide el asfalto en estado líquido, y las enanas, qué majas, invocan el fatídico grito de guerra, otra vez, otra vez, así que, cautivo y desarmado, le das al replay y pones el chisme en automático para que suene 74 veces seguidas, sin tregua, Bob Esponja, que por si alguien no lo sabe, vive en la piña debajo del mar, y van 75, su cuerpo amarillo absorbe sin más, y van 76, el mejor amigo que puedes tener, y van 77, igual que los peces él puede flotar, Bob Esponja ya llegó, sí, qué pavo, pero lo que no llega nunca es el peaje, así que agárrate las gónadas, porque toca cucú cantaba la rana, cucú debajo del agua. A los que sacan pecho por chorradas como escalar el Alpe d’Huez en bici quería verlos yo enjaulados en el monovolumen, con el padre Abraham y los pitufos a tope en el surround. A ver quién es el flojeras.