Suena Shine on me. A la luz de la Torre de Hércules, el flexo posado sobre la mesilla de Monte Alto, esta inmensa canción bien podría ser una especie de himno apócrifo de la ciudad atlántica (de esta o de cualquier otra, por supuesto). «Let the light of the lighthouse shine on me», reza el coro. Ya sabemos que cantan a otro lighthouse, tal vez al faro aquel al que se dirigía Virginia Woolf, no sé. Pero cuando oigo la palabra lighthouse, qué le vamos a hacer, se me va la mirada a la península de la Torre, que cualquier día se desata de A Coruña y se echa a navegar por el océano sobre su islote de tojos y pedruscos.
Como ya saben los lectores de mi cuaderno de bitácora, que son agudos cinéfilos, este espléndido góspel se esconde en el metraje de Ladykillers, enésima obra maestra de los hermanos Coen, a los que nunca estaré suficientemente agradecido por tesoros como Fargo o Muerte entre las Flores. El coro, no podía llamarse de otra manera, es el Abbot Kinney Lighthouse Choir. Y, para que no me censuren los puristas, aquí dejo la versión original de la canción, del épico Blind Willie Johnson. El vídeo está entre lo friki y lo new-age, lo sé, pero la música es impagable. Shine on me, Willie.
jo, Luís, con esta luz que parece «no usada» (ay, el sr klaus parece que nos dejó moho en el cerebro y andamos limpiando la humedad), esa canciín, y el negro bailando…pues dan ganas ponerse a bailar, o algo, por la casa.
Y encima los Coen, fargo..oh, me contaron que esa peli enfadó a algunos «localia» de Minesota; claro, yo no estuve en época invernal, pero algo, pequeñito, reconocia, en el acento (mira tú, como si yo fuese a reconecer los distintos acentos de USA), en la parsimonia…en fin (corroborado con my old brother y un compa que pasó allí unos cursos)….y en nada aparecen las flores.
buen día.
Yo les agradezco mucho «Fargo», me pasa como a ti.
Luis, yo soy de secano y cuando oigo la palabra Faro tengo difícil encontrar uno a mi alrededor. Sin embargo, en mi minúscula cocina tengo un par de fotos de faros espectaculares.
Espléndida música, sííí.
Kisses,
M
Una de las experiencias más emocionantes, es identificar en medio de la noche la frecuencia de un faro en el horizonte. Algunas veces al carecer de cartas de punto pequeño y cuando no disponían de GPS ni los mercantes, había que hacer uso de la vieja navegación de estima. La alegría era enorme, arribábamos a nuestro destino y nuestros conocimientos náuticos demostraban servir para algo. Cuando resultaba aquel encuentro después de una larga y dura navegación al cruzar un océano, deseabas despertar a todo el mundo. Alguna vez, navegando en solitario, casi me avergüenzo de decir que emprendía un baile enloquecido como la danza del agua de los indios americanos.
Sobre nuestra torre, solo se me ocurre pensar en aquellos que en tiempos pretéritos allí la plantaron. En el fin del mundo, donde la tierra se acababa y empezaba lo ignoto. Como un reto a lo desconocido. Como un desafío al mundo de los leviatanes y los monstruos marinos que poblaban las zonas en blanco de la vieja cartografía. Creo que ese símbolo es como una metáfora de nuestro espíritu centrifugo como decía Carballo Calero. Gracias a nuestra torre, el mar dejó de ser frontera y se convirtió en camino.
(un día te contaré una historia real entre un nieto de un torrero de Coruña que tenía el mismo oficio al otro lado del océano y mi amigo y camarada que reparaba faros
Una historia terrible aconteció por culpa de un faro. Fue en las Columbretes y pasó hace muchos años cuando todavía el señór Marconi no había inventado la radio. . El torrero acompañado de su familia era prácticamente abandonado a su suerte durante una larga temporada que se prolongaba si el mal tiempo impedía acceder de nuevo a ellos. La hija pequeña del torrero jugaba en el aljibe y quitó el tapón que retenía el líquido vital. El torrero describió en su diario la agonía de su familia a consecuencia de la sed. Cuando acudieron a efectuar su relevo, los encontraron a todos muertos. El padre aguantó lo necesario, para dar sepultura a toda su familia y dejar testimonio escrito de su desdicha.
Otras historias heroicas nos muestran el empecinamiento del hombre por sobreponerse a los embates de la naturaleza. Nos hablan de faros desaparecidos con todos sus habitantes arrancados literalmente de sus cimientos en medio de una galerna. Allí mismo la obstinación del hombre volvió a erigir nuevos ojos de luz.
Lo triste es que los faros casi han dejado de tener importancia para el tráfico marítimo. Los nuevos sistemas basados en satélites geoestacionarios han convertido a los marinos en cándidos adictos a la tecnología. Pasaron los viejos tiempos donde unos aparatos rudimentarios, la observación de los astros, la identificación de la costa incluidos los faros y la interpretación de los derroteros, eran la única ayuda con la que contaba un marino.
Mis amigos ya no son fareros o torreros, los han convertido en técnicos de señales marítimas y ya no viven en los faros. Ellos mismos se lamentan de ser una muestra viva de un pasado que no volverá.
María, me gusta eso de la luz «no usada». Los Coen son enormes. Gracias por el comentario. Un beso!
Marta, a Zaragoza ya la incluimos en la senda marítima que une A Coruña y Barcelona, ¿no te acuerdas? Y encima puede elegir entre el Atlántico y el Mediterráneo… Besos!
Prometeo, maravillosos tus comentarios sobre el mundo de los faros, hoy en desuso por el avance de otras tecnologías. Leí hace poco un cuento de Cristina Fernández Cubas, que a su vez completaba un texto inacabado de Poe, en el que un faro también se convertía en escenario de historias terribles como esa que apuntas de las Columbretas… Un fuerte abrazo!
Uy, Luis, considero el término «obra maestra» referida a esa cinta de los Coen pelín exagerada. No está mal, es entretenida, tiene un par de golpes muy buenos, pero en nada es comparable a su original inglés del mismo título (en España, «El quinteto de la muerte», dirigido por Alexander MacKendrick y protagonizado por Alec Guinness, Peter Sellers y Herbert Lom. De veras.
Eso sí, los Coen tienen un puñado de estupendas películas.
Un abrazo.
Luis, por fin, por fin hoy he recibido tu libro.
Después de dos errores y una devolución esta mañana ha llegado.
«O Embigo do mar» es una joya, luminoso y oscuro, húmedo, líquido, bellísimo.
Me he quedado prendada de unos cuantos,
el 23, 54 y 55 son para tatuárselos.
Enhorabuena, y va de corazón.
Besos,
Marta
Ok, 39 escalones, lo admito, a veces me tiro a la exageración. Tienes razón en la comparación que haces con ese clásico. Lo que sucede es que los Coen son una de mis debilidades, fundamentalmente, como dije ahí, por Muerte entre las flores y Fargo. Pero gracias por el matiz, que no vamos a estar siempre diciéndonos lo buenos que somos. Un fraternal abrazo.
Marta, muchas gracias por tu entusiasmo. Me alegro particularmente de que te gusten esos poemas, porque también son de mis favoritos. Y lo de «tatuárselos» me ha encantado. Estoy abrumado. Muchas gracias. Un beso!
Que post mas besllo!
http://macgo.wordpress.com/2009/09/12/la-tumba-de-gerion/
Tomo prestada parte de tu entrada para ilustrar una imagen. Gracias