Una de las claves de la literatura de Paul Auster la constituye ese endemoniado juego de cruces de itinerarios, coincidencias y golpes de azar que van empujando a sus personajes por las rutas del asombro, esa forma insondable de suspendernos en la telaraña del tiempo.
Yo, que creo en la absoluta trascendencia del azar (tal vez el divino laberinto de los efectos y las causas del que hablaba Jorge Luis Borges), todavía me quedo de vez en cuando reducido al espasmo ante esas acrobacias que la vida nos arroja a la cara.
Por ejemplo, en los últimos días, por una de esas sorprendentes coincidencias austerianas, El Lamento de Portnoy y yo hemos escrito, cada uno por su cuenta y riesgo, sobre El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, y After Dark, de Haruki Murakami.
Y es que el azar siempre está ahí agazapado, al acecho.
Graciñas, Luis. Si, o Colexio Dequidt era o da praza do Libro e esas tres árbores que hoxe viven e fotosintetizan alí son o último resto daquel solar.
Azar, azar. Cremos nel coa mesma fe coa que outros cren en Buda.
A Auster le atrapa la cuestión del azar porque él mismo, o al menos eso cree él, es fruto del azar: el rayo que mató a su compañero en los boy-scouts y no a él, la herencia millonaria que lo salvó de la indigencia, la publicación de su primera novela… Escribí una cosita sobre su cine para la revista narrativas. Te dejo el enlace «porsiaca».
http://www.revistanarrativas.com/
Saludos.
Estíbaliz: O azar, xa o dixo tamén Auster, ata ten a súa música (e ti diso sabes moito). Bicos.
39 escalones: Paul Auster, en su cine y su literatura, nos ha enseñado unas cuantas cosas sobre los laberintos del azar (qué hermosa palabra, por cierto). Gracias por el enlace.
Daniel Quinn: Estas casualidades no tienen fin. A 2666 todavía tengo que dedicarle uno de mis inicios de novela. Bolaño es un gigante.
Prometeo: Conrad es, sin duda, uno de los grandes. Y, como apuntas, uno de los que mejor ha contado las cosas del mar. Un abrazo.
Andrés: Muchas gracias por acogerme en esa hermosa Casa das Letras. A ver si me dejo caer un día por Ribadeo (gran lugar) y me paso por ahí.
Jorge: Gracias, amigo, tengo por ahí preparado un vídeo que me ha pasado el gran Rubén Ventureira que seguro que también te va a gustar. Un abrazo.
No hace mucho te leí comentando lo de “la cita premeditada”. Yo (que recuerdo solo soy un espontáneo y descamisado aficionadillo) lo explico con la metáfora de los canales de la radio en el océano. En la noche seguramente nos cruzamos con muchos navíos que no se ven ni se escuchan. Sin embargo otro que puede estar más lejano por estas en la misma longitud de onda, suena en tu receptor rompiendo el silencio y la monotonía de la guardia. Esa alegría que te da esa voz transportada por las ondas hercianas me recuerda a esta sensación que transmite lo que hoy aquí comentas.
Lo que comentas me recuerda ese pasaje del «Austerlitz», de Sebald, en el que se menciona cómo las ondas hercianas de las radios de A Coruña llegaban, en medio de la II Guerra Mundial, a las costas británicas. Tengo que buscarlo. Creo que da incluso para un post. Un abrazo.