Los que se ponen cachondos con el calor son los entomólogos. Y no quiero decir que estos señores sesudos anden salidos. Para nada. Lo único es que, con el estío, estos eruditos, que andan por ahí atornillados a un cazamariposas y una lupa, están que se salen. Para los entomólogos el verano es como una barra libre, pero a lo bestia, sin freno, hasta el coma final. Ahora le pegas un patadón a una piedra y asoman todo tipo de bichos, larvas, seres que se arrastran, que pican, que dan alergia. Porque el verano de verdad, el que no sale en los anuncios de tanguitas, está plagado de cucarachas que sobrevivieron a Chernóbil, de arañas de patas peludas, de piojos que perforan el cráneo del chaval, de moscas que beben más cerveza que un alemán deshidratado, de pulgas que se comen al tullido can de palleiro y de avispas kamikazes que siempre se suicidan en la rodilla del rostro pálido. El verano, más que otra cosa, es el mosquito cojonero que te silba en la oreja de madrugada.
*Artículo publicado hoy en sección Rostro pálido de La Voz de Galicia
Anda que mucho peor es cuando quieres dormir la siesta, que en vez de un placer, con las moscas, se convierte en una desesperación. A los controladores aéreos ponía yo a que dirigieran las moscas que hay en mi casa en la aldea
Oye Luís, con el calor se ponen cachondos los entomólogos, los periodistas, fontaneros y abogados. Es decir, que eso del calor pone cachondo a todo quisque. ¿Por qué se van a excitar sólo los dentistas? ¿O esos son odontólogos?
Luís.: el otro día me llevé una alegría tremenda: Volví a ver luciérnagas. Las recordaba de mi infancia y hace tanto tiempo que no sabría precisar si mi visión fuera real o solo consecuencia de mi imaginación. Caminaba casi a oscuras buscando unos ejemplares- un poco golfos de la manda- que aprovechan el fresco del anochecer para pastar, dado que la mayor parte del día lo pasan a la sombra escapando de las moscas y los tábanos. Al principio solo vi un punto de luz como el led verdoso de un aparato electrónico. Conforme me acerqué pude apreciar muchos más. En una zona de apenas diez metros cuadrados había montones de luciérnagas exhibiendo su abdomen fosforescente, retorciendo su cuerpecillo para exponer la luz a sus congéneres. Enseguida comprendí la razón de tantas conchas de caracol vacías. Aquél era el territorio de caza de los “gusanos de luz”. Días después en el estanque del jardín del trabajo, vi un torneo entre dos libélulas emperador. Se atacaban entre enrevesadas acrobacias aéreas. Son tan fieras como en su estado larvario cuando reinan en el estanque atacando a presas mucho más grandes que ellas. Después de la refriega, el ganador patrulló ufano su imperio. Durante un rato envidié aquel momento de gloria de la triunfadora y sentí un poco de pena por la derrotada.
Queridos amigos: en primer lugar, perdón por tardar tanto en contestaros. Luego, vayamos por partes. Me explico. Esta serie de «rostro pálido» que se publicará hasta el 1 de septiembre en la sección Al Sol de La Voz es algo así como un diario del antiverano, o sea, que al margen de mi opinión negativa de la playa y el modelo Benidorm, tengo que forzar un poco la máquina para fustigar todo lo que huela a verano, calor, arena y demás. Por eso, perdonad si alguna vez me paso de frenada y me pongo más hiperbólico de lo que ya es usual en mis columnas.
Por eso, Prometeo, disculpa la coña sobre los bichos. Por supuesto que las luciérnagas, y otros insectos, son seres maravillosos.
Y por eso, Nano, que me perdonen los entomólogos, e incluso los odontólogos.
Lo tuyo, Guisande, sí que es mundial. Buenísimo lo de los controladores y las moscas de Oza dos Ríos. Ahí los quería ver yo, jajaja.
El club de la sombra, Enrique, es anónimo, pero quedas anotado.
Un abrazo a todos!!!!