El Día Gloricioso, cuando al fin tiene que resolverse la disputa entre la Reina Blanca y la Reina Roja, Alicia empuña la espada Vorpalina y se presenta al mundo:
-Me llamo Alicia, vivo en Londres.
Alicia tiene que enfrentarse, como paladín de la Reina Blanca, al monstruoso Galimatazo, un temible dragón del Submundo que lucha en nombre de la malvada Reina Roja. Aterrorizada, le dice al Sombrerero Loco que es imposible. «Sólo si crees que lo es», responde el Sombrerero, tal vez el más cuerdo de todos. A lo que Alicia replica:
-Muchas veces soy capaz de pensar seis cosas imposibles antes de desayunar.
Comienza el combate y, mientras pelea con el Galimatazo, Alicia enumera sus seis imposibles: «La poción que te hace encoger, la tarta que te hace crecer, los animales hablan, los gatos se evaporan, existe el País de las Maravillas y puedo matar al Galimatazo».
Alicia vence. Y descubrimos que derrota al dragón precisamente por eso: porque era imposible.
No sé por qué últimamente me viene a la cabeza esta escena de la Alicia de Tim Burton. Quizás porque a nuestro País de las Maravillas le da por imitar con cierta frecuencia al siniestro Submundo. O tal vez porque hay Galimatazos aguardando a la vuelta de cada esquina, dispuestos a matar o morir por aviesas y cabezonas Reinas Rojas.
Pero lo cierto es que nuestro mundo cada vez se parece más al gato de Cheshire, que se desvanece dejando una deslumbrante sonrisa colgada del aire. Igual todo eso que creemos tan sólido y duradero solo es una sonrisa sin gato. Aunque, pensándolo bien, ¿hay algo más hermoso que una sonrisa sin gato?