Disculpen también hoy que nos dejemos llevar así por la emoción, que el entusiasmo resulte tan evidente. Qué vamos a hacerle. A estas alturas, a uno cada vez le cuesta más ocultar los afectos por las personas y por las cosas que quiere, entre las que naturalmente está la verdadera literatura, madre de esos libros que hacen que vivir sea más fácil, o al menos no tan difícil como de un tiempo a esta parte viene siendo. Tienen ustedes que leer, en cuanto puedan, Breviario del bus, el nuevo y magnífico libro de Luís Pousa, que como saben ve la luz bajo el sello Rey Lear, que dirige un editor de los de verdad, Jesús Egido, y que está prologado por Enrique Vila-Matas, nada menos. La de Luis, permítanme insistir en ello, es una obra de una modernidad absoluta, en la que géneros como la narrativa de ficción o el ensayo se mezclan hasta convertirse en un género sin nombre, habitante de ese tan fértil territorio en el que se diluyen las fronteras que separan la mayor de cuantas verdades existen, la verdad poética, de esa otra forma de la realidad que es, por decirlo de alguna manera, la verdad del día a día, la de los hechos. Pousa, por completo ajeno a toda forma de afectación, habitante de lo esencial y en consecuencia de lo sustantivo, con una generosidad sin límites, invita en este su nuevo libro suyo, ilustrado por Miguel Ángel Martín, a profundizar, también, en la lectura de otros muchos autores. Escritores entre los que no faltan, por cierto, ni Walt Whitman ni Kafka, que pertenecen a su misma estirpe y que aunque habiten ahora eso que nosotros llamamos muerte siguen siendo de manera decidida, a través de los ojos del autor de Breviario…, nuestros contemporáneos. A quienes amamos la literatura, que es el arte de intuir la eternidad haciendo que lo que se dice habite un continuo presente, y también el periodismo, que es el oficio de contar la verdad y de hacer saber lo que no todos quieren que se sepa, nos gusta mucho que siga habiendo libros como éste de Luis, que es periodista y escritor al mismo tiempo como lo fue también —y es el paralelismo más claro que encuentro— aquel Álvaro de Mondoñedo que soñaba, al pie de la catedral, ciervos paseando bajo la nieve. Don Cunqueiro logró que en cada uno de sus artículos estuviese el mundo entero. Y otro tanto va haciendo ya este Luis del libro nuevo. Don Pousa, claro. Para siempre.
*Artículo publicado hoy en la sección Velut Umbra del suplemento Culturas de La Voz de Galicia