Hace muchos años ya cuando una señorita de bien viajaba en carruaje por los senderos de Europa central la dama de compañía, siempre vigilante, echaba las cortinas para que la niña no contemplase las moles demoledoras de los Alpes, que la buena educación consideraba entonces obscenas por excesivas en su derroche incontrolado y telúrico de naturaleza. Llevamos camino de que, a nuestro paso por la plaza del Obradoiro, el guardián de las esencias recortadoras nos cuelgue unas orejeras para que no nos fijemos en la exuberancia barroca de la catedral, que en estos tiempos de austeridad por mandato constitucional luce incluso demasiado hermosa y floreciente para las tragaderas remilgadas de Merkel y Trichet. A la vuelta de unas semanas no sería extraño que el BCE mandase podar la arboleda de piedra de Compostela porque los pináculos desasosiegan a los lúgubres mercados financieros que, matices al margen, son a fin de cuentas los que mandan.
Hombre, Luisiño. Cuanto tiempo sin deleitarnos con tu blog. Malditos mercados. Lástima que no se vendan en ellos a tanto político de poco pelo, sea patrio o foraneo. Por supuesto a buen precio, para que se pudieran emplear, entre otras cosas, en la finalizacion de muestro AVE. Abrazos, y a seguir escribiendo