Uno de los marrones que todavía no ha arreglado Aído es la igualdad ante los fogones, porque en este país nuestro tan coñón los tíos en general y los puriles en particular no pisan la cocina ni para tirar una colilla al polvo. El ser humano de sexo masculino, eso que vulgarmente llamamos tío, solo se acerca a la vitrocerámica si hay mucha guita por medio y va de chef del lugar. Pero, con el solsticio de verano, el varón sufre un cambio metabólico irrecuperable y escupe esa frase legendaria: «Hoy cocino yo». Tenemos así al macho carpetovetónico, siempre con una birra adherida a la zurda, plantado delante de la paella, explicando a los asombrados colegas que solo él consigue darle al arroz el punto justito de cocción. Lo malo es que, cuando el cocinillas lleva ya una docena de garimbas en el tubo gástrico, la paellita de chuparse los dedos se pasa de frenada y queda reducida a una estéril imitación del secarral de Almería. Arroz disecado, otra delicia veraniega.
*Columna publicada hoy en la serie Rostro pálido de La Voz de Galicia
Eso no es del todo cierto, amigo Luís. En 1988, creo que a mediados de diciembre, es decir, muy lejos del solsticio de verano, un día freí un huevo con chistorra y morcilla de Burgos. Por lo cual, no generalices. Abrazos.
jejejejeje
qué bueno!
abrazos