La Voz de Galicia
Navegar es necesario, vivir no es necesario (Pompeyo)
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Por alguna asombrosa conjunción sideral o genética, de las riberas del Sar emergieron dos autores insuperables en la literatura de Galicia: Rosalía de Castro y Camilo José Cela. Pocos lugares del mundo, ni siquiera esas grandes capitales de Occidente atiborradas por millones de habitantes, pueden lucir dos nombres de esas dimensiones entre sus vecinos. Rosalía es un hachazo en la columna vertebral del tiempo, es la voz fundacional, y todavía imbatida, de las letras gallegas; y su paisano Cela es un gigante entre los clásicos del siglo XX, un narrador insondable, del que seguiremos aprendiendo dentro de muchos años, cuando se difuminen las caricaturas del personaje que aún nublan su recuerdo. En un país civilizado, tal vez incluso en un país simplemente normal, Padrón sería una meca literaria, un filón único para el turismo cultural. Pero en nuestra atosigada Galicia, lejos de regar ese fecundo tiesto, ni siquiera dejamos en paz a los ilustres difuntos. A Rosalía, que había pedido expresamente descansar para siempre en el humus sagrado de Padrón, la trasladaron del camposanto de Adina al gélido panteón de San Domingos de Bonaval. Hoy toca marear a Cela, que también dejó dicho que su legado permaneciese en Iria Flavia, aunque sobrevuela la amenaza de una mudanza a otro panteón: el del Gaiás. La ciudadanía, siempre sabia, planta ahora tres mil firmas en O Hórreo para pedir que la herencia del nobel se quede en Padrón. Esperemos que, al menos por una vez, los políticos escuchen y no perturben el sueño final de Cela en Adina.

*Artículo publicado hoy en La Voz de Galicia