«El año 1878 me gradué de doctor en Medicina por la Universidad de Londres, y a continuación pasé a Netley con objeto de cumplir el curso que es obligatorio para ser médico-cirujano en el Ejército. Una vez realizados esos estudios fui a su debido tiempo agregado, en calidad de médico-cirujano ayudante, al 5.º de fusileros de Northumberland. Este regimiento se hallaba en aquel entonces de guarnición en la India y, antes de que yo pudiera incorporarme al mismo, estalló la segunda guerra de Afganistán. Al desembarcar en Bombay, me enteré de que mi unidad había cruzado los desfiladeros de la frontera y se había adentrado profundamente en el país enemigo. Yo, sin embargo, junto con otros muchos oficiales que se encontraban en situación idéntica a la mía, seguí viaje, logrando llegar sin percances a Candahar, donde encontré a mi regimiento y donde me incorporé en el acto a mi nuevo servicio».
Habla John H. Watson, doctor en Medicina y compañero de aventuras del detective de detectives: Sherlock Holmes. Se trata del arranque de Estudio en escarlata, el primer libro en el que aparece ese dúo imperecedero de sabuesos. Por los curiosos bucles que trazan el tiempo y del azar, en el año 2010 Afganistán sigue en los titulares de la prensa mundial. Watson nos contaba sus desventuras en la segunda guerra de Afganistán. No sé qué número corresponde a la actual contienda de Estados Unidos y sus aliados contra los talibanes afganos. Ya hemos perdido la cuenta de cuántas van, incluida una bastante reciente en la que también andaban por ahí los rusos. Sólo puedo decir que la humanidad progresa que es una barbaridad. Aunque los muertos son casi los mismos, británicos en un bando y afganos en el otro, las armas de ahora son mucho más eficaces que las de 1878. Dónde va a parar.
Por cierto, aunque nuestro ombliguismo habitual caricaturice ese país como un territorio de lunáticos pulgosos, inflamados por la intolerancia islámica, lo cierto es que de Afganistán salieron dos de las mentes más certeras de la historia: el matemático Al-Jwarizmi, fundador del álgebra, y el poeta Omar Jayyam, autor de las maravillosas Rubaiyyat. Dos fuera de serie. Pero, claro, si últimamente nos reímos hasta de Grecia, que lo inventó todo (pero absolutamente todo), qué no haremos con Afganistán. Como mínimo, invadirlo, bombardearlo, aplastarlo. Y así llevamos ya desde octubre del 2001. Elemental, que diría el otro.
Es curioso. Conan Doyle nunca puso en boca de Holmes lo de «elemental querido Watson». Cosas de la vida. Una de las frases más célebres de la literatura universal y nos la hemos inventado sus lectores, que por cierto han sido, somos y serán legión. Saludos Luisiño.
Hola, Nano, gracias por el apunte, pero en este caso lamento discrepar, aunque todavía lamento más recurrir a la Wikipedia como fuente de autoridad, pero lo cierto es que sí se cita la frase en su relato «El jorobado». Frase que luego el cine magnificó, y que desapareció o fue amputada en algunas traducciones de la narración. La historia completa, ya digo, en la Wikipedia, en el apartado «curiosidades» de la entrada «Sherlock Holmes».
http://es.wikipedia.org/wiki/Sherlock_Holmes
Un fuerte abrazo, amigo!
Imagino que Watson no contaba nada de sus experiencias en Afganistán porque, digámoslo así, a los británicos de la era victoriana o post-victoriana no les gustaba mucho recrearse en sus fracasos o recordar sus tragedias. Afganistán, país inconquistable, fue la tumba de 14.000 británicos en un sólo día en uno de los episodios más cruentos de esa guerra, en las cercanías de Kabul. Supongo que, en el imaginario de sus lectores contemporáneos esto estaba bien presente y otorgaba a Watson una dimensión diferente como personaje.
Bien visto lo de «elemental», yo pensaba que era cosa de las películas. Aunque, de ahí sí que no me bajo, lo de «Tócala otra vez, Sam», y «Siempre nos quedará París», con Wikipedia o sin ella, no se dijo jamás…
Un abrazo.