No sé quién dijo que la prueba irrefutable de que te has hecho mayor llega ese día en que compruebas, estupefacto, que ya eres más viejo que los jugadores de fútbol, esos mismos tipos a los que en la infancia contemplabas a una distancia cronológica casi infinita. Esta teoría, absolutamente inamovible, la vamos trampeando durante un tiempo, echando mano de las fichas de algún que otro portero o central talludito que, a base de gimnasio, prolonga su carrera hasta el filo de los 40 tacos. Pero, según avanza esta movida de los quinquenios y sus incertidumbres, van escaseando los peloteros que pasan de las 35 castañas.
Llega entonces otro instante demoledor: uno descubre que ya no tiene la edad de los futbolistas, sino de los entrenadores. Me acaba de suceder hace unos días. El 18 de enero, para ser más precisos. Cuando las teles relataron que Pep Guardiola, cosecha del muy interesante 1971, cumplía 39 años. Cielos. El tío que ha ganado seis títulos en una temporada con el Barça sólo me saca un mes y pico sobre el planeta Tierra.
A punto de sumar en mi cuenta los 39 tacos de Guardiola, y con la vitrina de las Copas de Europa todavía de vacío, sólo me queda un consuelo en esta peculiar cronología futbolera: aún no he llegado a la edad de los seleccionadores nacionales. Del Bosque queda muy lejos.
Todavía te falta Luis
Steinitz fue Campeón Mundial de ajedrez a los 58 y me han hablado de algún gran maestro casi centenario, que no hace muchos años competía en Linares.
Lo importante es cumplir.
Enhorabuena, ya lo celebraremos.
No te preocupes, que cuando lleguemos a la edad de los entrenadores veteranos siempre podremos acordarnos de ilustres retirados: Luis Suárez, Di Stéfano, Aragonés…
¿Mes y pico? A ver si vamos a cumplir el mismo día… Eso sí, en mi caso será un lustro menos.
Un abrazo
Pues sí, Alfredo, Luis Suárez, qué grande… A mí me toca soplar las velas el 27 de febrero. Ya veo que tú también eres un Piscis, ¿no? Creo que en la blogosfera hay mucho Piscis, será porque nos gusta bucear en todo tipo de aguas. Un abrazo y felicidades por adelantado.
Prometeo, claro que sí. Tenemos que celebrarlo. Y que conste que no me preocupa para nada cumplir años, me preocuparía mucho más no cumplirlos. Sólo se me ocurrió porque durante muchos años a los futbolistas los veía como unos señores mayores que salían por la tele… y de pronto te das cuenta de que los has adelantado. Un fuerte abrazo!
Yo estoy en la edad de los presidentes jóvenes. Lo triste para mí es que este tipo de dirigentes empiezan siendo la gran esperanza blanca y acaban arruinando a sus clubs en un par de temporada.
Los que estamos más cerca de Del Bosque que tuya habíamos sentido lo que cuentas, pero rara vez se topa uno con alguien que lo explique con tanto acierto. Un «post» sencillamente ¡humano!
Gracias por tu sensibilidad que, para colmo, rebosa humor, cosa que se agradece.
A mí se me acabó el chollo con el inolvidable Donato. Creo que era más o menos de mi quinta. Tu aun eres un «cativo», Luisiño, y ya has escrito varios libros, has tenido descendencia e imagino que si no has plantado un arbol lo podrás hacer en cualquier momento. ¿Qué más da cumplir cuarenta qué cincuenta?. Lo importante es el tamaño.
Quien dijo que la primera prueba de que te haces mayor es cuando los futbolistas te parecen unos chavales, fue Manuel Vicent en un libro de hace unos 12 años titulado «Memorias de sobremesa».
Después de comprobar que esos señores que de niño veías en los cromos ahora te parecen unos chavales, unos años más adelante – cito de memoria a Manuel Vicent – te encuentras diciendo «¡Qué barbaridad!» ante cualquier cosa que te sorprende. Si unos chicos ven un accidente de la Fórmula uno, exclaman, «¡Vaya hostia, tío!», tú dices, «¡Qué barbaridad!».
Una tercera fase es que ante todo lo que te incordia, el ruido de una moto, un grupo de gente de fiesta, la música muy alta, señalas «Eso debería de estar prohibido». Entonces es que ya eres un anciano.
Y lo último es cuando vas a cenar y se te acerca un tipo que no conoces y te arenga «¡Qué bien te conservas!». El reverso terrorífico es que además, ese rostro demacrado, descubres con esfuerzo que corresponde a un antiguo compañero de colegio.
En paralelo hay un cambio de ideología: te haces conservador. Uno se hace conservador cuando ya no le cabe una idea nueva en el cerebro, cuando las neuronas no le dan para más. Como lo nuevo no lo comprende, se hace conservador. Te haces conservador porque te quedas con lo único que entiendes.
Manuel Vicent dixit. Lo releí hace pocos meses.
Gracias, señor Junger, todo un honor tenerle por estos pagos. Son cambios más o menos lógicos y naturales, supongo. Manuel Vicent es un crack. Creo que algo al respecto también había escrito nuestro añorado Carlos Casares. Gracias, Wara, Nano, Félix, Jordi… Ahí estamos, en la brecha, o en el filo de la navaja, o como se llame esto.