Antes, cuando entraba en una farmacia, me flipaba comprobar que siempre había una señora mayor sentada en una silla. Bueno, la señora no era siempre la misma, claro, en cada farmacia había una diferente. Yo, que entonces era más joven y me pensaba que la vida era un puro cachondeo, creía que la entrañable viejecita que estaba allí tan plácidamente sentada era una amiga o familiar de la farmacéutica y que había tomado asiento para estar un rato de charleta con la boticaria. Durante un tiempo el asunto no me volvió a preocupar, daba por hecho que todas las farmacias tenían a su señora sentada, como antes tenían un mancebo (creo que ya no se llaman así, ahora los mancebos de botica deben ser por lo menos asistentes de los auxiliares de farmacia o algo por el estilo). Hasta que, un buen día, debido a mis ajetreos cardíacos, entré en la farmacia y pregunté si me podían mirar la tensión.
-¿Has venido andando desde muy lejos?
-Pues sí, llevo media hora andando o así.
-Entonces tienes que sentarte en esta silla y descansar un rato antes de que te tomemos la tensión.
Así fue como, de repente, descubrí que las entrañables viejecitas de las farmacias no estaban en realidad dando la brasa a la propietaria del despacho, sino que estaban aguardando a que su tensión arterial se acomodase un poco después de la caminata de ida y vuelta hasta el súper. Y así fue cómo yo mismo me convertí, de pronto, en una de esas viejecitas de la silla que hay en todas las farmacias de mi ciudad.
Y de pronto un día estás dentro de ti mismo… y eres ese que te esperaba ahí, desde siempre. Bravo.
¡Me encantó Luis! En Costa Rica nunca ví viejecitas de esas, que historia tan bonita.
Con el paso del tiempo a todo vamos llegando,mucho ánimo para seguir,
la cuesta es dura.
¡Jajajaja, bendita ignorancia! (Ay, perdón; ojala nunca hubieras descubierto el misterio, lo siento).
Muchísimas gracias, Pau, Mechu, María Jesús y Wara por vuestros comentarios y ánimos. Ahora mismo voy a tomarme la tensión, pero en casa, que ya tengo un aparato de esos de nombre impronunciable: esfigmomanómetro.
No estoy seguro. La última vez que entré en la farmacia de mi barrio tenían sentado en la silla un ejemplar tamaño natural de un juego completo de puzzle óseo humano, me parece que usado, con una plaquita colgando de una cadena alrededor del cuello: 1926…
Un abrazo.
Luís, como tengo lo que se denomina síndrome de bata blanca, ya me pueden sentar en la silla de la reina que al ver el aparatito de impronunciable nombre la sístólica se me dispara. Te cuento que en una ocasión a la hora de renovar el carné de conducir se lo comenté al galeno y muy seriamente me dijo. No te preocupes ( entonces benditos tiempos aun me tuteaban). Y el eminencia se quitó la bata y me la tomó, así, como si nada. Seriamente me dijo. Sin bata 14-9. Procure comer sin sal.
Pufff! He vuelto. Lo siento, había olvidado el blog, pero es que he estado conquistando el mundo desde mi habitación, con el Age Of Empires!
De hecho había olvidado mi blog también y vengo al tuyo a dar explicaciones, ya ves xD.
Ay! las farmacias, ¿Sabes? es una cosa que me han gustado siempre, me apasionan desde niño, y creo que es por una cosa tan simple como su olor. Esa sensación inequívoca de que te encuentras en una farmacia, me encanta y me enganchan desde siempre. Y mira, es una de las cosas que creo que más han cambiado, teniendo siempre en cuenta que soy del 85 y que bueno, poco pudo cambiar. Pero empezando por las medidas, los botes monodosis, las drogas ya ilegales, los genéricos, los prospectos, la necesidad de receta por la menor idiotez, el control del antibiótico, los horarios nocturnos, la seguridad, el bisolbon sin codeina ni efedrina…y sin Georg Trakl.
Alfredo, sospecho que el esqueleto correspondía a una de las señoras de las que hablo. ¿Tal vez la madre de Norman Bates? Un abrazo
Nano, la bata blanca siempre impone. Un abrazo.
Brais, las farmacias tienen un encanto especial, sobre todo esas antiguas con las básculas de 1900 con unidades de peso ya en desuso… Un abrazo y ánimo con el blog.
Las farmacias ya no son lo que eran. Ahora hay un taburete si es que lo hay y gracias, pero alguna vez se sienta alguien al que casi hay que echar .Lo que si fastidia es tener que hacer uso de ella. Saludicos