Sólo a mí se me ocurre citar a Bartleby, el escribiente. Su mera mención, en la anterior entrada de este cuaderno de bitácora, ha tenido en mí un efecto devastador, paralizante, como los venenos que las arañas inyectan en sus víctimas para luego poder paladearlas con sosiego. Hace una semana yo mismo me inoculé la pócima del mal de Bartleby al plantar aquí su nombre y, lo que es más grave, su legendaria sentencia: «Preferiría no hacerlo».
Por eso, hoy, aunque tendría que contar algo sobre Mario Benedetti, que también se ha ido a respirar el polvo de las estrellas, sinceramente, preferiría no hacerlo. Podría, por ejemplo, dedicar a Benedetti uno de mis Inicios de novela. Podría citar el arranque, pongamos por caso, de La tregua, que creo que empezaba así: «Sólo me faltan seis meses y veintiocho días para estar en condiciones de jubilarme. Debe hacer por lo menos cinco años que llevo este cómputo diario de mi saldo de trabajo. Verdaderamente, ¿preciso tanto el ocio?». O podría reproducir algunos versos de un poema particularmente hermoso en el que Benedetti se confiesa como pasajero del tranvía número no sé cuántos. Podría, pero preferiría no hacerlo.
También podría escribir sobre Ramón Piñeiro, al que acabamos de dedicar el Día das Letras Galegas, y que tiene un libro de honda belleza titulado Filosofía da saudade. Quizás ahora no resulte un título deslumbrante, porque hasta hay una filosofía del fútbol o de las artes decorativas, pero cuando Ramón Piñeiro escribió este ensayo ponerle una filosofía a la saudade fue un acto de enorme osadía literaria. También podría escribir sobre una fabulosa exposición de las polaroids del cineasta Tarkovski que se exhibe en la Fundación Luis Seoane, justo frente al segundo piso desde el que escribo estas crónicas de lo minúsculo (o de la nada, ya no sé).
Podría incluso escribir del doblete del Barça, que tiene feliz al gran Enrique Vila-Matas, o de Raúl del Pozo, que no es Umbral, aunque sobre el papel ocupe el espacio físico del difunto, y que hoy nos llama a los blogueros «monos con ordenata», piratas, sanguijuelas y otras lindezas. Bueno, si esto es el planeta de los simios, que no se crea Del Pozo que es Charlton Heston.
Preferiría, en fin, no escribir de estos asuntos, pero, paradójicamente, creo que ya lo he hecho. Tal vez Bartleby no me haya aniquilado del todo.
Mi querido Luís,¿que más te da qué te llamen mono con ordenata?. ¿Acaso preferías ser un ordenanza muy mono y tener a todas las directoras generales detrás de tí?. Tú mismo. Con entradas como la de hoy puedes ser lo que desees. Simplemente soberbia. Y Raúl del Pozo,»al pozo».
También tienes razón, Nano, no sé para que me molesto en replicar al sustituto de Umbral. Será que me va la marcha. O que hay que generar un poco de polémica, que si no esto se pone demasiado aburrido y funcionarial. Gracias, una vez más, por tus desmedidos elogios. Un fuerte abrazo.
Recuerdo el primer poema que leí de Benedetti, siendo niña; seguro que sin esforzarme mucho podría encontrar la postal en el que luego lo copié. La Tregua, sin embargo, no la leí hasta hace poco más de un mes y es ya una herida añadida a esas heridas no físicas que dejan ciertas lecturas con el transcurso de los años, o por circunstancias de la vida. Oí decir a alguien que se nos van los grandes, pero creo que en realidad somos nosotros quienes nos vamos yendo poco a poco. Con ellos. O nos quedamos y guardamos algo de lo que nos ofrecieron, como ese comienzo de La Tregua. ¿Preferiría no haberla leído? No puedo decir que no.
(Respecto a lo demás, pues bueno, que el mono ha evolucionado… ahora salta y se divierte en la red).
Un abrazo.
Hola Pousa, descobrin o Farrapos por acaso, xusto por a ocasion da morte de Benedetti. Sou brasileiro, vivo en Washington pero tenho raices por ahi en Coruña, o sea una mixtura de ningun lugar – como a grafia desta mensaje mostra. Me gustaria adicionar o teu blog ao meu pues penso en retornar moitas veces.
Abrazos, Chico.
Raúl del Pozo no es Charlton Heston, ya quisiera él (Del Pozo digo). El amigo Charlton se tuvo que cambiar el nombre artístico en Grecia porque «heston» en griego es una burrada… Así que Del Pozo se queda en Raúl del Heston. Y encima sin ordenata.
Un abrazo.
Benvido, Chico, a esta a túa casa. Por suposto, encantado de que enlaces o blog ao teu. Unha forte aperta!
Alfredo, el único punto en común que veo entre este señor y Heston es su afición por las armas (en su caso, verbales). Lo que más me sorprende de todo esto es el silencio administrativo de los blogueros de elmundo.es y, muy particularmente, de Arcadi Espada, que habitualmente no tiene problemas en criticar los errores del periódico desde su bitácora. Del Pozo quiso ser más papista que el Papa y se lanzó a tumba abierta por el sendero abierto por su director, Pedro J., un día antes en el mismo periódico. Yo sólo pregunto: ¿En qué lugar quedamos los que además de periodistas, en el sentido tradicional del término, somos blogueros?
Un abrazo (a Alfredo, no a Del Pozo, claro).
Hola Luis, estos días, desde la muerte de Benedetti se me ha hecho más evidente lo que comenta Wara, es decir, que en realidad nos vamos yendo nosotros poco a poco. Creo que Benedetti fue el primer poeta que leí y que luego devoré con ansia. Pero con el paso del tiempo cada vez que veía un libro suyo me parecía estar viendo un recuerdo de juventud. Leer un poema de Benedetti me hacía más viejo. Su muerte es una constatación más.
También recuerdo que en la época de Felipe González yo leía El Mundo y a Del Pozo y me parecía que había algo interesante allí escrito. Es obvio que en este caso, ambos, se han ido haciendo muy viejos, viejunos, como dicen ahora en la tele.