Por dos hermosos obituarios (A Natalia Jiménez de Cossío, in memóriam y La juventud eterna) me entero del reciente fallecimiento de Natalia Jiménez de Cossío, hija de Alberto Jiménez Fraud (director de la legendaria Residencia de Estudiantes madrileña) y Natalia Cossío. Natalia Jiménez de Cossío, que se casó con el inglés John Stucley, tenía una gran vinculación con Galicia, ya que su madre, Natalia Cossío, vino al mundo en la Quinta de San Victorio de San Fiz de Vixoi (Bergondo, A Coruña), residencia de Manuel Bartolomé Cossío y Carmen López Cortón Viqueira. A esa quinta de sus abuelos maternos acudía con frecuencia Natalia Jiménez de Cossío, que decidió trasladar desde la casa familiar parte de sus valiosas colecciones (de encajes, abanicos y otros ornamentos) al Museo das Mariñas de Betanzos, donde todavía hoy se pueden contemplar.
Natalia tuvo la fortuna de vivir, cuando era apenas una niña, en la Residencia de Estudiantes, que en aquel tiempo anterior a la Guerra Civil se convirtió en un hervidero intelectual sin parangón en la historia de España. Allí coincidieron como alumnos, entre otros, Dalí, Lorca y Buñuel. Y por allí desfilaron para impartir conferencias los grandes personajes de la época: Einstein, Marie Curie, Ramón y Cajal, Unamuno, Baroja, Ortega y Gasset, Walter Gropius, Keynes, Stravinsky, Le Corbusier, Chesterton y todo el que, en suma, pintaba algo en los años veinte y treinta. De aquellas visitas fue recopilando la pequeña Natalia un álbum de autógrafos en el que los invitados estampaban su firma y, a menudo, un dibujo (por ejemplo, es célebre el autorretrato del orondo G. K. Chesterton). Hace unos años, se publicó el álbum en dos volúmenes y un número sobre la Residencia de Estudiantes de la desaparecida revista Poesía, del Ministerio de Cultura, se ilustró con los autógrafos dedidacos a Natalia. Un vistazo a esas páginas puede constituir un cierto ejercicio de masoquismo, ya que aquella Residencia representó como pocas instituciones la idea de lo que podría haber sido este país sin la devastación de la Guerra Civil y la posterior dictadura.
Ahora, con la muerte de Natalia Jiménez de Cossío se ha esfumado un buen pedazo de la mejor parte de nuestra historia. Que la tierra le sea leve.